
En los últimos años hemos sido testigos del rápido declive de más de 150 años de una fuerte influencia bíblica en los Estados Unidos de América. Hace unos cuantos años atrás alguien sugirió que estábamos viviendo en los Estados Unidos de América la época poscristiana.
Aunque en ese país se lucha para merecer el título de cristiano nominal, hoy en día es más una nación subcristiana.
La gente asiste a los servicios religiosos y dice que cree en Dios, pero en el mejor de los casos se acogen a un ateísmo práctico y a una moralidad situacional.
Cual quiera que sean los vestigios de la religión cristiana que aún quedan en esa cultura, se han vuelto débiles y comprometedores, si es que no son propios de alguna secta o grupo apóstata.
Esta nación ahora ratifica, por medio de los cuerpos legislativos y las cortes, una agenda específicamente anticristiana.
Cualquier cosa particularmente cristiana ha sido prácticamente eliminada bajo el amparo de igualdad de derechos y libertad moral. Los estándares divinos y moralidad bíblica que esta nación acogió una vez, son agredidos constantemente Ahora reina la libertad moral.
El materialismo y la desintegración de la familia son una epidemia. Los abortos, perversidades sexuales, drogas y el crimen abundan desenfrenadamente. Los líderes no saben qué hacer porque no quedan estándares para proveer controles a estos problemas. Para aquellos de nosotros que recordamos el gran avivamiento de los años 70, el libertinaje de los años 90 es entristecedor.
Pero esa tristeza, si no se controla, puede conducir al resentimiento, y en particular a un resentimiento hacia aquellos que controlan el gobierno, los medios de comunicación y la sociedad que promociona una agenda anticristiana.
Lo que más me preocupa, no obstante, es la hostilidad abierta que a menudo fomenta se resentimiento contra el liderazgo de la nación. Cuando esa actitud se junta con la perspectiva de que los cristianos deberían impactar la cultura legislando la moralidad, se desvía severamente a la iglesia de su propósito principal Aunque cambiar a nuestra sociedad llamándola a que regrese a una moralidad más segura es una meta noble, esa nunca fue la meta de Cristo para su iglesia. La iglesia tiene una sola misión en este mundo:
Llevar a la gente destinada a pasar la eternidad en el infierno a que tengan un conocimiento salvador de Jesucristo y una eternidad en el cielo. Si la gente mucre cn un gobierno comunista o una democracia, bajo un tirano o un dictador benévolo, creyendo que la homosexualidad está bien o mal, o creyendo que el aborto es el derecho fundamental de elegir de una mujer o simplemente un asesinato en masa, eso no tiene nada que ver con determinar dónde pasarán la eternidad.
Si nunca conocieron a Cristo nunca lo recibieron como Señor y Salvador, pasarán la eternidad en el infierno. «Mi reino no es de este mundo», dijo Jesús a Pilato. «Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos» Juan 18:36). Ningún reino humano o sociedad puede juntarse con el reino de Dios, n siquiera parcialmente.
El hombre pecador no puede ser parte del reino divino. Por eso nunca podemos sacar adelante el reino de Dios tratando de mejorar el estado moral de nuestra sociedad. Las causas buenas y nobles pueden ser dignas de apoyo, pero no tienen impacto para ayudar a entrar al reino terrenal de Jesucristo.
A lo mucho, pueden retardar la corrupción que siempre e inevitablemente caracteriza a las sociedades y reinos humanos. Ningún reino humano durará para siempre porque dentro de sí están las semillas pecaminosas de su propia destrucción: «La justicia engrandece a la nación, pero el pecado es afrenta para los pueblos (Prov. 14:34); «En las generaciones pasadas Dios permitió que todas las naciones anduvieran en sus propios caminos» (Hech. 14:16).
Aunque todos los reinos del mundo se levantan y caen, las puertas del Hades jamás prevalecerán contra el reino de Dios (Mat. 16:18). Puede que esté frustrado por la agenda inmoral de la nación y su animosidad hacia Dios, pero puede tener plena confianza en que aun ahora mismo Cristo está edificando su iglesia. Un día el Señor regresará para establecer su propio reino perfecto.
Entonces finalmente alcanzaremos lo que tanto hemos ansiado, y lo que los discípulos de Cristo del primer siglo descartaron, ver a Cristo gobernar sobre la tierra y la gente del mundo doblar su rodilla ante él. El escritor de himnos del siglo XVIII, Frances Havergal capta hermosamente ese sentimiento en estas palabras dirigidas a Cristo en His Coming to Glory (Su venida a la gloria):
Oh, el gozo de verte reinando,
A ti, mi amado Señor!
Toda lengua confesando tu nombre,
Adoración, honra, gloria, bendición
Te trajeron armonía alegre;
A ti, Maestro y Amigo mío,
Reivindicado y sentado en tu trono;
Al con fin más remoto de la tierra
Glorificado, adorado y poseído.
El único que tiene derecho a gobernar y reinar no es nadie más que el Rey mismo, el Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo. Salmo 2:6-8 dice de él: «.Yo he instalado a mi rey en Sion. mi monte santo! Yo declararé el decreto: El SEÑOR me ha dicho: «Tú cres mi hijo; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por heredad las naciones, y por posesión tuya tos confines de la tierra?». Isaías 9:6 dice: …cl dominio estará sobre su hombro». Jesucristo es aquel que cumple la promesa de un Rey venidero. El estaba destinado a ser el Mesías, el «ungido».
El es la esperanza de Israel, la esperanza de la iglesia y la esperanza del mundo. En uno de sus sueños, Daniel vio una estatua representando los reinos del mundo que la desmenuzó una piedra que se había desprendido, la cual representa a Cristo (Dan. 2:34, 35).
Luego la piedra llenó toda la tierra. El simbolismo es claro: Cristo al final aplasta los reinos de los hombres y establece el suyo. Cristo es inseparable de su reino. El santo propósito de Dios es exaltar a Cristo en la consumación de la historia cuando el Hijo gobierne y reine en su reino. El Talmud judío tiene razón al decir que la oración en que no se menciona al reino de Dios no es oración en lo absoluto (Berakoth2la).
NUESTRA NUEVA PRIORIDAD
Nuestro mayor deseco como creyentes debería ser ver al Señor reinando como Rey en su reino, teniendo el honor y la autoridad que siempre ha sido suya pero que aún no la ha venido a reclamar. Esto nos lleva a la segunda petición en nuestro modelo de oración de Mateo 6:10; orar «venga tu reino» es orar para que el programa de Dios se cumpla, para que Cristo venga y reine.
Cuando usted sinceramente cree y confiesa genuinamente a Cristo como Señor, está confirmando que la dirección de su vida está dirigida a la exaltación de él. Sus causas son legítimas sólo en la medida en que están de acuerdo con las causas eternas de Dios reveladas en Cristo. Cuando oro: «venga tu reino», le estoy diciendo al Espíritu Santo de Dios: «Espíritu de Cristo que moras en mí, toma control y haz lo que desees para tu
gloria». Un verdadero hijo de Dios no se preocupará de sus propios planes y deseos, sino del programa determinado de Dios, revelado en la persona de Jesucristo.
TRATANDO CON EL EGO
A pesar de nuestro deseo de preocuparnos del reino de Dios, nuestras oraciones generalmente se centran en nosotros mismos. Nos enfocamos en nuestras necesidades, nuestros planes y nuestras aspiraciones.
A menudo somos como bebés, que no conocen otro mundo que el de sus propios sentimientos y deseos. Nuestra vida es una lucha interminable en contra de nuestros viejos hábitos pecaminosos, con su constante y tenaz enfoque en uno mismo. Incluso los problemas y dificultades que otros enfrentan pueden empañar nuestra suprema preocupación por el reino de Dios. Es nuestra responsabilidad orar por nuestras familias, pastores, misioneros, nación y otros líderes, y por muchas otras personas y cosas. Pero en cada caso nuestras oraciones deberían ser para que Dios lleve a cabo su voluntad dentro de esas personas y a través de ellas, que piensen, hablen y actúen según su voluntad.
El reino debe estar en el centro de nuestras oraciones. Antes de que vayamos a su presencia Llenos de peticiones, necesitamos detenernos lo suficiente como para meditar en las causas suyas y su reino. Debemos afirmar nuestro anhelo de que él sea glorificado en sus propósitos.
TRATANDO CON SATANÁS
Tan pronto como deseamos vivir una vida santa para Cristo. nos encontramos en un gran conflicto. La más grande oposición al reino de Cristo, y la más grande oposición a la vida cristiana, es el reino de este mundo presente, el cual lo gobierna Satanás. La próxima vez que comience a resentirse por la reciente victoria a favor de una agenda impía, considere la fuente de les siguen el rumbo de toda carne: El poder de generador del pecado causa inevitable deterioro y destrucción. Pero el reino de Dios es más grande que cualquier nación Nuestro Señor dijo: ..buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mat. 6:33). El se encargará de todas nuestras necesidades ropa, albergue y alimentos cuando buscamos su reino. De manera que deberíamos orar: «Señor, haz cualquier cosa que saque adelante a tu reino y fomente tu reinado»
CRISTO ES EL GOBERNANTE
El reino de Dios, o de los cielos, fue el centro del mensaje de Jesús. Es el evangelio, las buenas nuevas del reino de nuestro Señor y de su Cristo. Dondequiera que iba, Jesús predicaba el mensaje de salvación. Incluso dijo: «Me es necesario anunciar el evangelio del reino de Dios… porque para esto he sido enviado» (Luc. 4:43). El reino de Cristo es nada menos que la cúspide de la historia de la humanidad.
Jesús pasó tres años con los discípulos enseñándoles acerca del reino. Después que murió y resucitó, se les apareció durante un tiempo de 40 días dándoles mandamientos pertenecientes al reino de Dios (Hech.1:2,3).
Jesús se refirió al reino de Dios de tres maneras: pasado, presente y futuro. Es pasado en el sentido que personificó a Abraham, Isaac y Jacob (Mat. 8:l1).
Fue presente durante el ministerio terrenal de Jesús en el sentido que fue el verdadero Rey viviente en medio del pueblo (Luc. 17:21). Pero el enfoque específico de nuestras oraciones está en el reino que aún está por venir.
Como lo vimos anteriormente, Jesús caracterizó al reino como uno que no es de este mundo (Juan 18:36). Pero, qué clase de reino es, ¿y cómo puede estar aquí y aún encontrarse en el futuro? Necesitamos examinar dos aspectos del reino: es tanto universal como terrenal. El aspecto universal Dios es el gobernante del universo.
Él lo creó, lo controla v lo sostiene. James Orr comenta: «Por lo tanto, está reconocido en las Escrituras. un reino natural y universal o un dominio de Dios abarcando todos los objetos, personas y eventos, todas las obras de las personas y naciones, todas las operaciones y cambios en la naturaleza e historia, completamente sin excepción» El reino de Dios es «de todos los siglos» (Sal. 145:13), y aún ahora «su reino domina sobre todo» (Sal. 103:19). Dios es el Rey universal, y su gobierno actúa de mediador a través de su Hijo, por medio de quien creó los mundos, y del cual se dice: «El antecede a todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten» (Col. 1:17).
El aspecto terrenal Cuando Jesús dijo: «Venga tu reino» en su oración modelo, él estaba diciendo en efecto: «Que el reino universal establecido en el cielo venga a la tierra». Fíjese en las últimas palabras en Mateo 6:10: «Como en el cielo así también en la tierra». Eso es típico paralelismo hebreo, y se puede relacionar con las primeras tres peticiones en la Oración de los discípulos.
Podríamos decir: «Santificado sea tu nombre como en el cielo así también en la tierra. Venga tu reino como en el cielo así también en la tierra. Sea hecha tu voluntad como en el cielo así también en la tierra» Puesto que Dios no está gobernando sobre la tierra como en el cielo, debemos orar para que venga el reino terrenal divino, para que Cristo regrese y establezca su reino terrenal, acabe con el pecado y ponga en vigor la obediencia a la voluntad de Dios. El Señor entonces gobernará «con cetro de hierro» (Apoc. 2:27). Después de mil años su reino terrenal se juntará con su reino eterno y no habrá distinción entre su gobierno en la tierra y su gobierno en el cielo.
TRAER EL REINO DE DIOS A LA TIERRA
La mejor manera de traducir la frase «venga tu reino» es: «Permite que tu reino venga ahora». ¿Qué características conducen a la consumación de su gobierno en la tierra?La conversión de los no creyentes De una manera actual y limitada, pero real y milagrosa, El reino de Dios está viniendo a la tierra cada vez que se trae a una nueva persona al reino.
Por lo tanto, «venga tu reino» es una oración evangelística. En la actualidad el reino de Dios existe en la tierra interna mente en los corazones y mentes de los creyentes. Nosotros deberíamos orar para que crezca el reino de Dios. Orar para que venga el reino, en este sentido, es orar por la salvación de las personas. El reino es la esfera de salvación a la que se entra por medio del arrepentimiento y la fe en Jesucristo.
La conversión al reino de Dios empieza con una invitación. En Mateo 22, Jesús comparó al reino de los cielos con un hombre que estaba celebrando un gran banquete de bodas, y que hizo llamar a los invitados. Cuando ellos inicialmente se rehusaron a ir, el hombre dijo: «Id, pues, à las encrucijadas de los caminos y llamad al banquete de bodas a cuantos halléis» (v. 9). La invitación de Cristo es a nivel mundial. Esta invitación al reino de Dios exige arrepentimiento. Jesús dijo: « Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado!» (Mat. 4:17; cf. Mar. l:14, 15).
Eso requiere una respuesta voluntaria de parte del oyente. Jesús una vez le dijo a un escriba: «No estás lejos del reino de Dios»(Mar. 12:34).
Aunque la persona tenía conocimiento de lo que era la salvación, no había hecho una decisión consciente de recibirla. Conocer acerca del reino es útil sólo hasta cierto punto. Si alguien desca que Cristo gobierne en su corazón y mente, debe responder a lo que sabe. Jesús dijo: «Buscad primeramente cl reino de Dios y su justicia» (Mat. 6:33).
Cualquiera que verdaderamente desca conocer a Cristo responderá a la invitación buscándolo con todo su corazón. Lucas 16:16 dice: «La Ley y los Profetas fueron hasta Juan. A partir de entonces son anunciadas las buenas nuevas del reino de Dios, y todos se estuerzan por entrar en él». La palabra griega que se traduce «esfuerzan» significa «entrar violentamente«. Cuando una persona de corazón recto ve el valor del reino de Dios, se apresura en agarrarlo. El reino de los cielos es de un valor tan infinito que se parece a un tesoro escondido en cl campo» o «una perla de gran valor», por lo cual una persona vende todas sus posesiones para poder comprarlo (Mat. 13:44-46). El compromiso de los creyentes El deseo de aquellos que va se han convertido debería ser dejar que el Señor gobierne en su vida ahora, así como gobierna en el cielo.
Nosotros con frecuencia llegamos a una encrucijada en nuestra vida en la que tenemos que escoger entre hacer la voluntad de Dios o la nuestra. Allí es cuando necesitamos ratificar nuestro pacto con las causas de Dios.
Puesto que Cristo es Señor, debemos someternos a su señorío.
En Romanos 14:17 el apóstol Pablo dijo: ‘….el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo». Cuando usted se compromete con las virtudes que el Espíritu quiere producir en su vida, entonces orará para que su vida honre glorifique a su Padre en el cielo.
El inicio del gobierno terrenal de Cristo Un día los cielos se abrirán y Jesús se asentará en el monte de los Olivos para establecer su reino (Zac. I4:4). Él reinará por mil años (Apoc. 20:4) y regirá con cetro de hierro (Apoc. 19:15)
En ese momento la oración «venga tu reino» será contestada Cristo reinará en rectitud, justicia, verdad y paz. Regirá en la Tierra desde el trono de David en la ciudad de Jerusalén quitará las maldiciones que han caído sobre este planeta. Como Pedro, espero ansiosa y apresuradamente el día en que venga. Y digo junto con el apóstol Juan «;Ven, Señor Jesús!» (Apoc 22:20).
Espero que esa sea su petición cada vez que ore.





