Dialogo Con Arcángel Miguel

Por Taylor Caldwell

Es un extracto de su novela «Diálogos con lucifer» para poner en contexto, leeremos una carta que manda EL Arcángel Miguel a satanás y en la segunda parte del artículo la contestación que le da satanás al Arcánjel Miguel poniendo por delante nuestra condición humana, este no es un articulo de teología, aun cuando se adhiera a las tradiciones judeocristianas y a las Sagradas Escrituras, así como a las antiguas narraciones, tradiciones y religiones modernas .

SALUDOS

A mi hermano Lucifer, quien como gran arcángel que es, da aviso cortés de sus lamentables intenciones.

Nos sentimos extraordinariamente complacidos de que nos hayas informado que vas a enviar a Damon a Pandara a seducir a sus seis mujeres. (Ah, yo me acuerdo bien de Damon.

Un ángel de la travesura, el ingenio y las bromas. Ay, el Cielo es más pobre por la ausencia de ese hermoso espíritu.) Así que hemos tomado precauciones contra Damon y Desafortunadamente, tuvimos que introducir el recelo en ese paraíso tan vasto. Debimos haber preferido que prevaleciera la inocencia total, pero uno se acuerda de que Nuestro Padre colocó en el centro del Edén un Arbol Prohibido.

Al entrar el recelo en Pandara, se despertará el poder de la voluntad y una desconfianza saludable. Por lo tanto, me presenté ante las esposas de Pandara ¡los tesoros inocentes! y les informé que esperaban un hijo, lo que les agradó grandemente. Sin embargo, les previne: ellas y sus hijos por nacer se hallan en grave peligro. Un hermoso demonio femenino, una Lilit, quien destruyó las almas de millones de millones de otros hombres, entraría pronto en la luz azur de su planeta para seducir a sus maridos y guiarlos hacia placeres innombrables y lujuriosos, pudiendo asegurar así que por un tiempo, al menos, esos maridos olvidarían a sus esposas y abandonarían a sus pequeños polluelos. Los maridos retozarían con Lilit. rechazando los deberes del corazón, hogar, cama y campo; la amarían con locura y se enamorarían tanto de sus encantos que verían a sus esposas con disgusto y posiblemente con repulsión. Lo que es peor, se olvidarían de las cosechas, no alimentarían el ganado, no sellarían los techos, y entonces ¿dónde comerían las esposas y los niños y cómo dormirían, desprotegidos de las lluvias y vientos? Una mujer puede perdonar a su esposo por retozar en los sombreados bosques, pero no le perdonará los sufrimientos de sus hijos, ni olvidará el gran insulto a su propia belleza y atracción. Las damas me preguntaron: ¿Esa Lilit es más hermosa que nosotras? Y yo les contesté:

«Si, es la más hermosa de las mujeres porque es un demonio, y ¿no son demonios las mujeres que enloquecen a los hombres? Aunque ustedes son hermosas de ver, mis pequeñas, Lilit verterá sobre ustedes un polvo de fealdad a los ojos de sus maridos. Pero sobre todo va a romper la paz y la felicidad de su planeta, envejeciendo y arrugando sus rostros, oscureciendo el fuego verde de sus ojos, y trayendo muerte a sus hijos; traerá también enfermedad, tormentas, oscuridad y violencia.» ;Oué haremos entonces para preservar nuestro planeta, nuestros hogares, nuestra juventud, nuestra vida y nuestros hijos? me imploraron las damas.

¡Ah! les dije; los hombres son susceptibles a las damas sin virtud y sin atributos de matrona! Son como niños, adorables, libertinos de corazón, pero necesitado de protección y de supervisión cuidadosa de esposas alertas; estiran sus manos para acariciar los cabellos de una mujer sin mayores consecuencias, y bailarán con ella a la luz de la luna, adornarán su cabeza con flores, reclinarán su cabeza contra su pecho y beberán vino con ella.

Ella reirá, cantará y jugará, y una mujer sabia entiende cómo estas cosas pueden distraer a los hombres de sus deberes; va a nublar las mentes de sus esposos de manera que pensarán en el placer y no en los graneros, en las risas bajo el sol y no en los techos débiles, en las rosas de los claros y no en trasquilar las ovejas. Los hombres adolecen de cierta debilidad que los inclina a la frivolidad y el juego, y Lilit va a explotar esa debilidad y a distraer de su lado a sus esposos. Lo hará si ustedes relajan su vigilancia por un momento y descuidan su severidad para con ellos. ¡Estaremos alertas, oh Señor Miguel! me prometieron las esposas, y había un fuego verde ominoso en sus ojos que lamenté momentáneamente, pensando en sus esposos.

Sí, de ahora en adelante la vida será un poco menos placentera agradable para los hombres de Pandara y un poco más restringida y sin aroma, y si sus esposas vigilan sus movimientos y suprimen su inquietud de inmediato y si no controlan más que antes sus retozos y cantos, ¿no es mejor que la muerte y el pecado, la vejez, la enfermedad y el pesar, sin mencionar las lenguas hirientes de las esposas traicionadas? He observado que los hombres pueden soportar grandes adversidades y penalidades con una calma considerable, pero no pueden soportar por mucho tiempo el martilleo de los comentarios ásperos y la conversación ácida de una mujer en plena noche, cuando ellos prefieren dormir. Tú al menos has tenido piedad en tus infiernos, Lucifer, porque ahí no se motiva a las mujeres para que sean severas ni rectamente abusivas.

Después hablé a los hombres de Pandara y cuando se habían levantado con mi consentimiento. les dije: Glorioso es su planeta, amados hijos de Dios, mis queridos hermanos, y hermosos son sus cielos y ricos sus campos y espléndidas serán sus ciudades Hermosos son sus rostros y fuertes son los músculos rosados de sus brazos y sus esposas se regocijan con ustedes.

¡Así es, Señor! dijeron con júbilo, y sonreí a la felicidad en sus ojos y los amé entrañablemente porque el espíritu masculino es un poco menos complicado que el femenino y de alguna manera más ingenuo. Tiene una inocencia, aun en el paraíso, mayor que la inocencia de las mujeres, quienes incluso en el paraíso gustan de reflexionar y son menos confiables.

Pero ay les dije a los muchachos; su felicidad se ve amenazada porque tienen libre albedrío como ustedes saben, y ay de nuevo, igual lo tienen sus esposas. Ellas tienen aún más, y ése es uno de los misterios del Todopoderoso, ante Quien cubrimos nuestros rostros con reverencia. Muchas veces los hombres son esclavos de los hábitos virtuosos o no virtuosos, pero las mujeres tienen pocos hábitos y se les lleva fácilmente a desviarse hacia la novedad.

Sus esposas, aunque ahora esperan a sus hijos, no siempre será así. Tendrán momentos desocupados.

Mientras que para un hombre el tiempo desocupado es un descanso tranquilo, o un pasatiempo inocente, o un correr tras la pelota, o subir a los árboles por fruta, o sólo dormir, la desocupación para una mujer es la mismísima tentación. Ella tiene una mente exploradora y lo que explora no siempre es inmaculado. También está generalmente enamorada de sí misma y busca que le hagan cumplidos.

¿No han descubierto va ustedes mismos esto? Ellos lo consideraron, luego fruncieron sus cejas puras. Es verdad dijo uno de ellos, y yo sentí pesar porque le había hecho evocar a su esposa, pero era necesario, como tú seguramente estarás de acuerdo. Mi esposa muchas veces se sienta junto a un estanque claro admirando su reflejo, y después mira a lo lejos y sueña.

Siempre me pregunto qué soñará. Yo les dije: Todas sus esposas muy pronto tendrán sueños y ninguno de ellos será virtuoso. Ninguno de ellos se relacionará con el esposo que trabaja en los campos y en los bosques, y que cuida el ganado y regresa cumplidamente a casa con sus hijos y se acomoda sensatamente en sus corazones. ¡Al contrario! Serán sueños de los que yo vacilo en hablar, porque las mentes de las mujeres son de alguna manera menos decorosas e inocentes que las de los hombres, incluso en Pandara. La falta de delicadeza de los pensamientos de una mujer provocaría el sonrojo de las mejillas de un hombre más firme.

¿Han observado ustedes que la naturaleza no siempre es delicada? Es cierto dijeron los mozos con preocupación en su mirada, lo que me entristeció. Y las mujeres están mucho más cerca de la naturaleza que ustedes, con todo y que ustedes trabajan en los campos y en los bosques. Hay una cierta terrenalidad en las mujeres que es desconcertante para los esposos, un cierto deseo de la carne que no siempre se satisface fácilmente. Si no estoy en lo correcto, les pido que me perdonen. Estás en lo correcto, Señor dijeron los más simples. Entonces, ciertamente ¡ay!, porque será enviado a sus esposas desde las profundidades mismas del infierno un demonio masculino del mal, pero muy hermoso, un Damon.

¡Yo lo conozco bien! Él ha seducido a miles de mujeres en otros planetas tan hermoso como éste, y tan invadidos por fantasías. Está lleno de novedades y entretenimientos, y adora a las mujeres y las encuentra desbordadamente fascinantes, lo que no siempre les pasa a ustedes. Su conversación nunca lo enfada; es atento y glorioso. Como no trabaja nunca excepto para hacer travesuras, no está cansado cuando se le pone el sol como lo están ustedes. Como es un demonio y no un hombre, no duerme, y las mujeres son notables por su actividad en la noche. Y por soñar. Él conversa. ¡Ustedes no tienen idea de la amenaza que es para los maridos un hombre que conversa! Pero las mujeres lo encuentran entretenido. «Ustedes aman a sus esposas. Pronto ellas darán a luz a sus hijos.

Sin embargo, cuando Damon venga a seducirlas con palabras hermosas, con plática excitante, con coquetería y ardor, y brille la belleza de su apariencia entre ellas, y las enrede hasta que estén débiles de tanto reír y ser adoradas, se olvidarán de ustedes y de sus hijos, y correrán con él a los valles florecientes y a los exuberantes rincones sombreados, y entonces los traicionarán con sus besos y sus deseos.

Cuando esto suceda sus hijos llorarán por un pecho materno, y entonces no habrá comida sobre la mesa para calmar su hambre y no habrá brazos que los sostengan en sus camas. Ustedes serán verdaderos huérfanos abandonados y solos, quedándose a llorar entre las ruinas de sus hogares y los trastes sucios y el pan rancio.

¿No es ésa una suerte que haría llorar y que hay que rezar porque nunca les suceda?» ¡Oh, Señor! dijeron con desesperación; jésa es una suerte peor que morir! Yo tuve que confesar: No enteramente. No seamos extravagantes.

Incidentalmente, Damon tiene una voz irresistible, y ¿qué mujer puede resistir una voz dulce si al mismo tiempo es masculina? Damon es todo masculinidad: nunca está cansado, sus músculos no le duelen, sus pies no se arrastran; nunca reclama si la cena está lista un poco tarde, y tampoco siente el hambre como la sienten ustedes, y ustedes bien conocen la impaciencia de las mujeres con el hambre de los hombres honestos, al extremo que han dicho que los vientres de los hombres no tienen fondo. Corríjanme si estoy equivocado.

Tienes razón, Señor dijeron con consternación y alarma. Ya que Damon no busca una mujer sincera y que piense luego en dormir, como ustedes, jugará con una mujer después de amarla, hasta que esté lista y ansiosa de estar en sus brazos de nuevo. Mientras que ustedes, mis queridos pequeños, desean volver a sus almohadas a prepararse para el trabajo del día siguiente.

Damon no preguntan nunca «¿me amas?», como preguntan vuestras esposas hasta que ustedes bostezan con enfado, sino que asegura constantemente y con afecto a la criatura del momento, que nunca antes ha amado así a una mujer, y cuánto lo embelesan sus besos y qué perfumada es su carne. ¿Ustedes dicen todo esto a sus esposas? No, Señor dijeron dolorosamente.

Alguna vez lo podrían practicar les dije con afecto; va a ser un poco dificil acordarse, pero vale la pena practicarlo. Después de todo, una dama también debe tener sus seguridades, y si su esposo la considera o pretende considerarla una flor entre las mujeres, una gema por sobre todas las gemas, ella lo atraerá con platillos más exquisitos y un comportamiento más complaciente, incluso aunque él sea brusco; perdonará ciertas rudezas en su forma de ser, porque ¿no es él el más magnífico de, digamos, los poetas?

Y pasará por alto regañarlo, dándole gratificación y consuelo por sobre todas las cosas, incluso a los niños. Sus pequeñas debilidades por si mismas les harán creer que son adorables a la naturaleza del hombre y por supuesto lo son. ¿Han sido ustedes descuidados, hermanos? les pregunté finalmente, detectando un parpadeo de vergüenza en sus rostros. No hemos sido siempre pacientes con los caprichos de las mujeres confesó uno de ellos. Sean pacientes.

Porque vendrá uno que va a tener toda la paciencia del mundo y no se cansará nunca. No sólo va a seducir a sus esposas, de manera que todos los horrores que les he descrito caerán sobre ustedes, sino que además traerá vejez y muerte, flaquezas, enfermedad y dolor. Lo que es peor, desatará la lengua de sus esposas y no hay nada más mortal.

Ellos gritaron: ¡Cómo podemos escapar de un destino tan terrible? Les dile: Yo dudo, siendo un espíritu masculino compasivo, en provocar la duda en sus mentes. ¡Pero que se cuide ese hombre que nunca ha dudado de una mujer, incluso de su esposa! Los hombres confían en las mujeres, y ése es un misterio que ni siquiera voy a tratar de explorar. Yo no aconsejo desconfianza como clima general de la mente.

Eso puede inspirar cinismo y falta de amor. Pero es prudente una desconfianza saludable.

Y nosotros conocemos las debilidades de las mujeres. ¿O no? ¡Ciertamente! exclamaron ellos, seguros de que siempre habían conocido la debilidad femenina, aunque el hecho sólo se les acababa de ocurrir, ay.

Entonces tengan cuidado con Damon. Nunca dejen demasiado tiempo a sus mujeres, especialmente en los crepúsculos y cuando brillan las lunas. No se entretengan en los campos y los bosques y las montañas y las praderas cuando el sol empieza a apagarse. No dejen que nada los separe, incluso si pareciera excitante, maravilloso, nuevo y probablemente hermoso.

Porque si ustedes se tardan, Damon se aparecerá en los umbrales de su casa y ustedes podrían regresar a un hogar vacio. El deleite de un momento les podría costar el trabajo de toda una vida y la esperanza y la paz.

Y, de nuevo, les traerá muerte y sufrimiento. Por supuesto, uno de los muchachos más jóvenes sintió curiosidad. ¿De qué naturaleza es esa maravilla y deleite de los que hablas, Señor, que podría retrasar el regreso a nuestros hogares? Ah le dije; sólo es otra sombra del mal. No lo discutamos.

Ustedes son hombres; son fuertes y tienen que cuidar su honor y a sus esposas. Tú sabes, Lucifer, que no es sensato describir un hombre guapo a una mujer, o una mujer hermosa a un hombre, siendo como es la naturaleza humana, incluso en el Edén que es Pandara.

¡Vamos a cuidar nuestro honor y el honor de nuestras casas y la seguridad de nuestros hijos y la pureza de nuestras esposas! gritaron los inocentes levantando alto sus puños en solemne promesa.

¡Siempre estaremos pendientes de nuestras mujeres, entendiendo sus debilidades y su frágil naturaleza y su susceptibilidad a las tentaciones! Les di mi bendición y parti. Ya han sido prevenidos. Se ha introducido la sospecha en la luz turquesa del día y las noches liláceas. ¿Y no se introdujo el temor al Arbol Prohibido en Terra? Aun en el Cielo nos acompaña el temor de transgredir la Ley porque tenemos libre albedrío. Hay ocasiones, me temo, Lucifer, en que siento simpatía por tu demanda de que también a los hombres se les diera el libre albedrío, pero siendo como son de la

esencia del Padre, en consistencia no se les hubiera podido negar. En el Cielo nosotros somos singularmente perfectos, de acuerdo con la habilidad de ser perfectos inherente a nuestra naturaleza. Y eso me lleva a otro asunto que expusiste en la última carta: la igualdad que se extiende por el infierno. En el Cielo hay Equidad, que es un asunto enteramente diferente. Las leyes de los hombres son duras e inflexibles, especialmente aquellas de los planetas caídos. El mismo crimen tiene el mismo castigo, supuestamente para todos los hombres, aunque he notado que depende de la influencia o del tesoro que posea el hombre acusado en definitivamente muchos de los casos, o de que su apariencia sea o no agradable al jurado de sus iguales una palabra que suena incómoda a mis oídos porque ningún hombre tiene iguales. Pero me desvió. Esa misma situación prevalece en el infierno, igualdad en el trato para todas las almas; sin embargo, en el Cielo, como he mencionado, hay Equidad, basada en una Ley Natural de

superioridad de algunos hombres sobre otros, y algunos ángeles menos que otros, en virtud, en devoción, en dedicación, amor, valor y bondad. La Equidad no anula la ley, la maneja inteligentemente y maneja su inflexibilidad.

Por lo tanto, en el Cielo, los espíritus, ángeles u hombres son recompensados en razón directa de sus logros, que son gobernados por su voluntad. Como sabemos, los hombres no pueden lograr méritos durante el tiempo que dure su vida en los planetas, a menos que no hayan caído.

Pero los hombres caídos no son capaces de ganar méritos, porque su pecado ha formado una pared de impotencia humana entre ellos y su Creador. Sólo la Gracia de Nuestro Señor les puede dar méritos a los hombres caídos y ese mérito se obtiene por los propios actos del hombre a través de la fe y de su deseo de recibir Gracia, a través de su arrepentimiento y penitencia, a través de la aceptación de la Gracia misma. Tú sabes esto: es una cuestión que te ha enojado a través del tiempo, así que te suplico me perdones por aburrirte.

Los que se han salvado entre los hombres, quienes desearon ser salvados y por lo tanto se pusieron en posición de recibir Gracia, difieren enormemente en el grado de sus naturalezas y sus virtudes, como también en sus voluntades y en sus pecados. En el infierno un asesino y un ladrón licencioso son tratados igualmente con los dolores y la inutilidad de la existencia.

Pero en el Cielo un santo es más digno que un hombre de virtudes solamente templadas, porque el santo ha trabajado largo y arduo en los empedrados campos de su vida y ha amado a Dios más que a sí mismo, y las vidas de sus congéneres que sufren, más que la suya propia.

Un hombre que ha luchado valientemente contra la tentación durante su vida y ha contemplado todas las delicias mundanas que le has ofrecido, Lucifer, e incluso las ha anhelado con desesperación pero te ha resistido gloriosamente, en el Cielo es merecedor de una mayor recompensa que un hombre que sólo ha sido tentado con poco interés por ti, o por algún accidente se ha suscrito de la tentación, o le faltaba la terrible vitalidad para pecar, o sentía temor de las consecuencias en su propio mundo. El primer hombre es un héroe; el segundo hombre ha tenido poca oportunidad de ser héroe ni pecador.

Nuestro Padre toma nota de las debilidades humanas de sus criaturas. El no te permitiría tentar a un hombre más allá de su capacidad total para resistir, pero sí te permite tentar a sus santos más poderosa e insistentemente porque son hombres de mayor valor y de mente más noble. Nuestro Padre, como nosotros ya lo hemos observado, no crea iguales a los hombres, pero ha establecido la Equidad, basándose en la Ley Natural que El mismo ordenó No hay injusticia en El, a Quien ambos amamos tan apasionadamente; tú nunca has negado tu amor ni lo puedes destruir. Si fueras el gobernante del Cielo, el santo y el hombre más débil recibirían igual recompensa, y eso manifiestamente no es justo.

Los Arcángeles, que tienen poderes más vastos que los ángeles, tienen más control de su libre albedrío y por lo tanto la tentación de usar ese albedrío para retar a Dios es infinitamente más alta en grado que la de los ángeles menores.

A los Arcángeles se les confieren responsabilidades enormes, tronos y coronas a través de los interminables universos, a causa de su naturaleza, y son ellos quienes ven la Visión Beatifica con mayor frecuencia que los espíritus menores, y los espíritus de los hombres.

«A cada quién de acuerdo con sus méritos» es la Ley del Cielo, mientras que en Terra y en otros mundos apagados, parece haber algunos cambios de la ley moral del tipo «a cada quién de acuerdo con sus necesidades materiales», y sabemos que eso es infamia, injusticia, crueldad y un despliegue de malicia para los más merecedores.

La codicia es el más feo y detestable de los pecados, porque se alimenta de su propio apetito y nunca se sacia, y su rapacidad aumenta consigo misma. Da lugar a los otros pecados: envidia, robo, pereza, mentiras, adulterio, asesinato y gula. En el Cielo hay felicidad, como tú lo sabes, pero esa felicidad es en grado, excepto por el conocimiento del amor total de Dios, hasta el limite del mérito de un ángel o de un hombre.

Esa felicidad está compuesta por el trabajo, porque nadie está desocupado en el Cielo y hay una tarea para todos. Eso también es Equidad.

Aunque cada tarea es emprendida con alegría y esperanza pero nunca con seguridad absoluta de que se podrá completar, su total cumplimiento lleva a tareas mayores, merecedoras de un espíritu templado. Siempre hay una progresión en la Jerarquía del Cielo, y ningún espíritu permanece como era originalmente.

Y siempre existe la posibilidad, reiterada constantemente, de que, ya que el espíritu conserva su libre albedrío, puede decidir pecar. Esto es algo que, en la pequeña oscuridad de sus planetas, los Teólogos nunca han entendido ni reconocido: que siempre existe el peligro de que un espíritu caiga hasta ti, incluso desde la dorada luz del cielo.

Porque Dios no retira de sus criaturas el libre albedrío, sin importar el grado que tengan. Si lo hiciera, revocaría su individualidad, su existencia misma, las cuales le son eternamente preciosas a El, porque son de Su propia Naturaleza y Esencia. Basta. Tú conoces todos estos asuntos. Me has preguntado si Dios busca a las almas perdidas en tus infiernos. Eso no me es posible decírtelo y no te lo diré. ¿Es posible que los perdidos sientan arrepentimiento? ¿Tú has dicho que no, pero conoces todas las mentes?

No me estoy burlando de ti, Lucifer, y eso lo sabes.    

Tu hermano. MIGUEL

Hubo mil cosas que yo no elegí… 

que me llegaron de repente y me transformaron la vida.

Cosas buenas y unas malas que no buscaba, pero llegaron… 

Caminos en los que me perdí… 

Personas que llegaron y se fueron… 

En fin, una vida que no esperaba.

Y elegí… al menos… cómo vivirla.

Elegí los sueños para decorarla…

La esperanza para sostenerla…

Y la valentía para afrontarla.

Elegí seguir siempre hacia adelante a pesar de las circunstancias…

Por Rudyard Kipling 

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