La vida cristiana no es para los débiles de corazón. Seguir a Cristo implica atravesar pruebas de fuego que no solo desafían nuestra fe, sino que también exponen nuestras debilidades más profundas esas pruebas son la evidencia de que Dios está trabajando intensamente en nosotros para llevarnos a niveles de fe que jamás imaginamos.

En Santiago 1:2-3 (DHH) se nos reta:
Considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas dificultades. Pues ya saben que, cuando su fe es puesta a prueba, produce paciencia.
Este no es un llamado a la resignación pasiva; es un llamado a la batalla espiritual, a ver cada prueba como una oportunidad para que el poder de Dios se perfeccione en nosotros.
La fe no es un accesorio opcional; es nuestra arma más poderosa contra las tinieblas. Es la certeza de que el Dios que partió el mar Rojo y resucitó a los muertos está de nuestro lado. En momentos de desesperación, la fe nos llama a ponernos de pie y proclamar lo imposible.
Pablo declara en Romanos 8:28 (DHH):
Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que él ha llamado de acuerdo con su propósito.
Esto significa que incluso el dolor más profundo tiene un propósito divino: formar en nosotros el carácter de Cristo.
Dios no está interesado en nuestra comodidad; él busca nuestra transformación. El fuego de las pruebas no es para destruirnos, sino para quemar todo lo que no glorifica a Dios.
1 Pedro 1:6-7 (DHH):
Por esta razón están ustedes llenos de alegría, aun cuando sea necesario que durante un poco de tiempo pasen por muchas pruebas. Para que la calidad de su fe, más valiosa que el oro, quede de manifiesto.
La pregunta no es si sobreviviremos al fuego, sino si permitiremos que Dios nos moldee en medio de él.
¡El oro nunca teme al fuego porque sabe que saldrá más puro!
La sociedad nos enseña a ser autosuficientes, pero el evangelio nos llama a reconocer que sin Dios no somos nada.
Mi amor es todo lo que necesitas, pues mi poder se muestra plenamente en la debilidad.
2 Corintios 12:9 (DHH)
Rendirnos no es un acto de derrota, sino de poder. Es decir: “Dios, no puedo hacerlo solo. Necesito que tomes el control”. Solo entonces veremos cómo su fuerza sobrenatural nos levanta.
Reforzar nuestra fe es una decisión diaria de confiar en Dios incluso cuando todo parece perdido. Es declarar con valentía lo que dice:
Pero los que confían en el Señor tendrán siempre nuevas fuerzas y podrán volar como las águilas: podrán correr sin cansarse y caminar sin fatigarse.
Isaías 40:31 (DHH)
Esta confianza radical significa que no nos rendimos, que luchamos de rodillas en oración y proclamamos que nuestra victoria ya está asegurada en Cristo.
Las pruebas no son maldiciones; son las herramientas que Dios usa para llevarnos a una fe inquebrantable. Al enfrentar dificultades, recordemos que estamos siendo moldeados para algo mucho mayor. Proclamemos con denuedo la palabra de Dios.
Aunque la higuera no florezca ni haya frutos en las vides… yo me alegraré en el Señor, me gozaré en el Dios que me salva.
Habacuc 3:17-18 (DHH)
No es tiempo de retroceder. Es tiempo de avanzar con valentía, sabiendo que cada prueba es un paso más hacia nuestro destino eterno.
¡Dios no ha terminado contigo! ¡Permítele completar su obra en ti, y verás su gloria como nunca antes!


AMADO DIOS
Los primeros rayos de sol asoman ya por el oriente, yo abro mis ojos a tu creación y vengo humildemente ante tu presencia para darte gracias por haberme elegido para vivir este hermoso día.
Cada nuevo amanecer es un maravilloso regalo de tu parte y por eso hoy pienso vivir intensamente, amar, sonreír y tratar de ayudar y hacer felices a los demás. Señor, permíteme la dicha de ser un humilde instrumento de tu obra.
Señor mío, así como Tú no te cansas de bendecirme, mis manos y mis labios no se cansarán nunca de alabarte y darte gracias por cada regalo que das a mi vida. Me diste un techo donde descansar, una familia, alimentos en nuestra mesa, ropa que nos viste y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos.
Puede ser que no tengamos grandes fortunas, pero si Tú estás con nosotros siempre tendremos aquello que necesitamos, pues tu presencia aleja toda necesidad.
Por eso te pedimos llenos de fe y esperanza que por favor nunca te apartes de nuestras vidas. Te suplico que cubras nuestros cuerpos, nuestra mente y nuestra alma con tu preciosa sangre y nos libres siempre de todo mal. Tómanos de la mano y llévanos por caminos de éxito, triunfo y bendición.
Padre celestial, reconozco mi fragilidad y sé que hoy y siempre necesito de Ti para poder vivir mi vida.
Por favor dame el valor necesario para afrontar todas las situaciones que se presenten en este día que apenas empieza, sabiduría para tomar buenas decisiones, fuerza para protegerme del injusto y proteger a los demás de las injusticias, compasión para vivir en la generosidad del perdón y fe para poder alcanzar mis más grandes anhelos.
Señor, por favor mira mis intenciones y atiende mis suplicas, concédeme la dicha de vivir bajo tu hermoso manto de luz y de amor y nunca te apartes de mi lado.
En Nombre de Jesús. Amén.
Por Ma. Guanajuato Gonzalez Castañales.











