En un bosque encantado, vivía un pequeño conejo llamado Nico. Nico era conocido por su generosidad y disposición a ayudar a todos los animales del bosque.

Si la ardilla Ana necesitaba nueces, Nico las recogía; si el zorro Lucho tenía un refugio roto, Nico lo reparaba; y si la tortuga Toña necesitaba compañía para cruzar el río, Nico estaba ahí, cargándola en su espalda.
El conejo trabajaba sin descanso, saltando de un lado a otro para atender las necesidades de los demás. Aunque todos lo apreciaban, muchos comenzaron a dar por sentado su ayuda.
Un día, mientras ayudaba a la jirafa Lili a decorar su árbol más alto, Nico se resbaló y cayó. No fue una caída grave, pero al levantarse, sintió un dolor en sus patas traseras. Ese dolor no era solo físico; era también el peso de sentirse siempre necesario para los demás, pero nunca cuidado.
Esa noche, mientras descansaba en su madriguera, Nico miró la luna y suspiró. “Me encanta ayudar a mis amigos, pero ya no tengo fuerzas. Nadie se detiene a pensar en cómo me siento o si yo también necesito ayuda.”
Al día siguiente, cuando el castor Bruno le pidió ayuda para construir su dique, Nico respiró profundamente y respondió:
—Lo siento, Bruno, pero hoy necesito tiempo para mí. Estoy cansado y quiero descansar.
Bruno lo miró sorprendido, pero luego asintió. A partir de ese momento, Nico comenzó a decir “no” cuando sentía que lo necesitaba. En lugar de ayudar a todos todo el tiempo, se dedicó a cuidar de su propia madriguera, a disfrutar de los rayos del sol y a saltar alegremente por el bosque sin preocupaciones.
Con el tiempo, los demás animales entendieron que Nico no podía hacer todo por ellos. Algunos comenzaron a apoyarse entre sí en lugar de depender siempre de él. Incluso se organizaron para ayudar al conejo cuando necesitaba algo, como traerle zanahorias frescas o cuidar de su madriguera.
La vida de Nico cambió para mejor. Aprendió que ayudar está bien, pero cuidarse a uno mismo es igual de importante. Y el bosque entero floreció con un espíritu de cooperación y equilibrio.
Moraleja: Ser generoso es maravilloso, pero debemos recordar que incluso los corazones más grandes necesitan descansar y cuidarse. Ayudar a los demás no debe significar olvidar ayudarnos a nosotros mismos.

Mel Gibs

Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no escucha música, quien no halla encanto en si mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del habito, repitiendo todos los días los mismos senderos, quien no cambia de rutina,no se arriesga a vestir un nuevo color o no conversa con desconocidos.
Muere lentamente quien evita una pasión Y su remolino de emociones.
Aquellas que rescatan el brillo en los ojos
y los corazones decaídos.
Muere lentamente quien no cambia de vida cuando está insatisfecho con su trabajo o su amor,
Quien no arriesga lo seguro por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite al menos una vez en la vida huir de los consejos sensatos…
¡Vive hoy!
– ¡Haz hoy!
¡Ariesga hoy!
¡No te dejes morir lentamente! ¡No te olvides de ser feliz!
Por Pablo Neruda







