En la Biblia, encontramos una historia que conmovedoratu corazón en 2 Samuel 9: la historia de Mefi-boset.
Esta historia nos recuerda que, aunque a veces nosotros mismos nos subestimamos por nuestro pasado o nuestras circunstancias actuales, Dios tiene un plan lleno de amor, gracia y bendición dándonos una perspectiva totalmente distinta para nuestras vidas.

Mefi-boset era el hijo de Jonatán, el amigo más cercano del rey David, y nieto del rey Saúl. Cuando Jonatán y Saúl murieron en batalla, la niñera de Mefi-boset huyó con él, pero en su prisa, lo dejó caer, causándole una discapacidad permanente en ambos pies (2 Samuel 4:4, RVR1960).
Desde ese momento, su vida estuvo marcada por la tragedia y el olvido. Como descendiente de un rey derrocado, Mefi-boset no solo era lisiado físicamente, sino también vivía con una identidad rota, escondido en la tierra de Lo-debar, un lugar desolado.
Piénsalo: ¿cuántas veces, al igual que Mefi-boset, nosotros mismos nos escondemos? Las heridas del pasado, nuestras fallas y limitaciones nos hacen pensar que no somos dignos de recibir nada bueno. Nos miramos con ojos de desprecio, olvidando que no somos definidos por nuestras circunstancias, sino por el amor y la gracia de Dios, por aquello que hizo por nosotros hace tanto tiempo en la cruz.
Quizá hayas sentido que tu lugar es Lo-debar, un lugar de sequía, soledad y olvido. Pero recuerda que, aunque te sientas lejos, el Rey de Reyes te está buscando.
El rey David, recordando su pacto de amistad con Jonatán, preguntó: “¿Ha quedado algún sobreviviente de la casa de Saúl, a quien pueda yo mostrarle misericordia por amor a Jonatán?” (2 Samuel 9:1, RVR1960). Le informaron que Mefi-boset vivía en Lo-debar, y David envió a buscarlo.
Es importante notar que fue David quien tomó la iniciativa; Mefi-boset no hizo nada para merecer o buscar esta gracia.
De la misma manera, Dios nos busca y nos llama, incluso cuando nos sentimos indignos.
Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. No importa qué tan lejos estemos, su amor nos alcanza y nos restaura.
Romanos 5:8 (RVR1960)
Imagina la escena: Mefi-boset, temeroso y confundido, es llevado ante el rey. Quizá pensó que sería juzgado o castigado, pero en lugar de eso, David lo recibe con misericordia y amor. Así es Dios con nosotros. Nos invita a acercarnos, no para condenarnos, sino para restaurarnos.
Cuando Mefi-boset fue presentado ante David, se postró con temor, diciendo: “¿Quién es tu siervo para que tomes en cuenta a un perro muerto como yo?” (2 Samuel 9:8, RVR1960).
Su respuesta refleja cómo se veía a sí mismo: alguien sin valor, indigno de cualquier favor.
Pero David lo levantó con amor y le dijo: “No tengas miedo, porque ciertamente te mostraré bondad por amor a tu padre Jonatán. Te devolveré todas las tierras que pertenecieron a tu abuelo Saúl, y siempre comerás a mi mesa” (2 Samuel 9:7, RVR1960).
David restauró a Mefi-boset, no solo devolviéndole su herencia, sino también dándole un lugar permanente en la mesa del rey, como si fuera uno de sus propios hijos.
Esto nos muestra que nuestra verdadera identidad no está en nuestras fallas o limitaciones, sino en nuestra relación con Dios. Él nos adopta como sus hijos y nos invita a su mesa, dándonos una nueva identidad en Cristo: “Porque todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26, RVR1960).
La historia de Mefi-boset nos enseña que nuestras limitaciones y errores no son un obstáculo para la gracia de Dios.
Así como David buscó a Mefi-boset en Lo-debar, Dios nos busca en nuestras propias “Tierras de Olvido” para restaurarnos y darnos una nueva identidad.
Tal vez pienses que tu pasado es demasiado oscuro o que tus errores te han alejado de Dios. Pero la historia de Mefi-boset nos recuerda que el amor de Dios no depende de lo que somos o hemos hecho, sino de su carácter fiel y misericordioso.
Él nos invita a su mesa, no porque lo merezcamos, sino porque él nos ama y quiere restaurarnos, nos quiere a su lado.
¡Cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor! Todo ser humano halla refugio a la sombra de tus alas.
(Salmos 36:7, NVI)
Ese amor tan inmenso está disponible para todos, sin importar qué tan rotos estemos.
Quizá hoy sientas que nadie te ve, que tu historia no tiene valor o que no hay esperanza para ti.
Pero Dios te está buscando, llamándote por tu nombre, y quiere restaurarte. Como Mefi-boset, Él quiere sacarte de Lo-debar y darte un lugar en su mesa, un lugar de honor y dignidad.
Hoy, Dios te está llamando a salir de Lo-debar. No importa cuán roto, limitado o indigno te sientas, él tiene un lugar para ti en su mesa.
No te definas por tus heridas ni por las voces que te menosprecian.
Recuerda que, en Cristo, eres amado, restaurado y bienvenido en la presencia del Rey.
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso”
Mateo 11:28, NVI
Dios te espera con los brazos abiertos para darte descanso, consuelo y una nueva esperanza, tu lugar en la mesa te espera.
Ya no tienes que tener vergüenza de tus heridas, pues al rey te está buscando y no le importa tu condición, escucha su corazón, recibe su gracia inmerecida.


AMADO DIOS
En este día me acerco hasta Ti para darte gracias por un nuevo día y un nuevo despertar. Gracias Señor por tus bendiciones, por la salud, por el techo que resguarda mi sueño, por mi familia y por todo lo que Tú nos brindas con amor y con bondad.
Gracias amado Dios porque Tú siempre me tomas de la mano, me llevas y me traes por buen camino, me socorres ante todo peligro y me guías y me aconsejas para que tome buenas decisiones.
Ante Ti me presento en esta mañana para decirte que mi vida es feliz porque Tú estás a mi lado; te pido que nunca te alejes de mí, pues cada día que pasa yo necesito más de tu fuerza, de tu amor y de tu presencia.
Señor, desde ahora pongo en tus manos este viernes que empieza, también mi vida y la vida de las personas que amo. Por favor danos determinación, alegría y bríndanos tu sublime compañía para poder avanzar hacia nuestras metas y grandes anhelos.
Susúrranos palabras de sabiduría y acompáñanos en cada una de nuestras actividades, danos tu protección, líbranos de todo mal y del enemigo ruin. Ayúdanos a solucionar nuestros problemas, por favor escucha nuestras súplicas y concédenos aquellos milagros por los que tanto hemos clamado.
Padre celestial, Tú conoces nuestras vidas, nuestras cargas y nuestras necesidades; te suplico que nos tomes de la mano y nos ayudes a alcanzar la dicha, la plenitud y la realización.
Amado Dios, gracias por escuchar mi oración y brindarme tu protección. Por favor avívame con tu poder, rodéame con tu luz, dame visión, propósito y entendimiento para avanzar siempre feliz por el camino de la vida, porque es tu gracia la que me sostiene y dónde Tú estás nunca faltará absolutamente nada.
En el nombre de Jesús. Amén.
Por Ma. Guanajuato González Castañales.










