Parte 1
Hay personas de una integridad indiscutible que sin embargo sucumbieron al deseo intenso de sentir placer; a sus concupiscencias; a la debilidad en la carne; a las tentaciones del mundo.

Aquí la intención no es divulgar como tal un suceso pecaminoso, más bien se trata de usarlo como ejemplo de las consecuencias que actos como estos traen en la vida de quien comete pecado.
Antes, quiero mostrar cómo nuestro personaje fue usado y ungido por Jehová para instituir el reino celestial en la tierra y establecerse Dios mismo, a partir de entonces, como Jehová de los Ejércitos.
Cuando inicié mis estudios bíblicos, hace ya algunos años –si me permiten el paréntesis– me resultaba incomprensible y de un tono fuerte el título de Jehová de los Ejércitos.
Hablar de un ejército te remite a un perfil muy particular asociado a la guerra y a todo lo que ella conlleva, y me parecía incongruente pensar que Dios, sinónimo de amor, de misericordia, de bondad, de una capacidad indescriptible de perdón, fuera un comandante en jefe del ejército.
Hoy por hoy, no puedo asegurar que tengo completamente comprendido el concepto, pero en la fuente que consulté para este artículo se lee que: “Cuando Israel recibió al rey terrenal como representante visible del invisible rey divino, Jehová, el Dios de Israel se convirtió en Dios de los ejércitos celestiales. Convirtiéndose en un reinado y el pueblo de Israel en un imperio mundial, el reino de Dios se elevó sobre los reinos paganos a los cuales debía derrotar [el rey terrenal con la ayuda de Dios]. En estas guerras Dios se instituyó como Jehová de los Ejércitos”.1
Cierro paréntesis y cito al personaje en cuestión; se trata del Rey David. Sabemos que fue ungido por el profeta Samuel para ser rey de Israel por mandato de Jehová. Al referirnos a él es obligado decir que fue un hombre conforme al corazón de Dios, lo cual no es común reconocer en cualquier persona.
A la edad de 30 años comenzó su reinado con una duración de cuatro décadas. Siete años y seis meses en la casa de Judá en Hebrón, y el resto, treinta y tres años, en el territorio completo de Israel, cuyo reino se afirmó mediante la conquista de la fortaleza de Sion. En su gobierno se fundó Jerusalén como capital del reino; y se trasladó el arca a este mismo sitio.
Cuando llevaban el arca a la ciudad, David danzaba con toda su fuerza delante de Jehová. Y al llegar, “aconteció que Mical hija de Saúl miró desde una ventana, (…) y le menospreció en su corazón (2 Sam.6:16).
Al ir a bendecir “su casa, salió Mical (…) y le dijo: ¡Cuán honrado ha quedado hoy el rey de Israel, descubriéndose delante de las criadas de sus siervos, como se descubre sin decoro un cualquiera!”
Con voz firme:
David respondió a Mical: Fue delante de Jehová, quien me eligió en preferencia a tu padre y a toda tu casa, para constituirme por príncipe sobre el pueblo de Jehová, sobre Israel. Por tanto, danzaré delante de Jehová. Y aun me haré más vil que esta vez, y seré bajo a tus ojos; pero seré honrado delante de las criadas de quienes has hablado
2 Sam. 6:21-22.
Este pasaje ilustra claramente el respeto que David le profesaba a Jehová a quien en todo momento adoraba sin importarle su investidura de rey, ni el lugar, ni las formas convencionales. Con humildad y reverencia lo consultaba, le obedecía y le fue leal.
Durante su gobierno David promete la construcción del templo para Dios, y se establece desde lo alto “la promesa divina de la duración eterna de su reino” [no olvidemos que Jesús de Nazareth desciende de la genealogía de David] –de ahí la prolongación de su reinado.
Este dato hay que leerlo con detenimiento dado que David fue ungido con ese propósito divino. Y finalmente durante su dominio se logra la subyugación de todos los enemigos de Israel.
¿Por qué describo toda esta información? La respuesta es muy sencilla. Se trata de ilustrar algunas virtudes del rey David en situaciones muy particulares. Una de esas virtudes es que honró el nombre de Jehová. David no daba un solo paso sin consultar la voluntad de Dios. Aceptaba cualquier encomienda venida desde lo alto y siempre en todas sus victorias le otorgó la gloria a Jehová.
Leamos la promesa:
Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente
2 Sam. 7:16
“Y entró el rey David y se puso delante de Jehová, y dijo: Señor Jehová ¿quién soy yo, y qué es mi casa, para que tú me hayas traído hasta aquí? (v. 18).
En esta respuesta vemos un rasgo de humildad en su carácter, y de bondad y empatía en el capítulo en el que se narra cómo rescata a Mefi-bóset del olvido y de la miseria, lisiado de ambos pies, hijo de Jonatán.
Se lee en la escritura:
Dijo David, ¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia [de Dios] por amor de Jonatán?
2 Sam. 9:1
Entonces supo de Mefi-bóset y se lo llevó a Jerusalén y le cedió todo lo que fue de Saúl y prometió sentarlo a su mesa, la mesa del rey, como uno de sus hijos, y así lo hizo: cumplió lo que ofreció.
A propósito del reino eterno que Jehová promete a David, Mathew Henry en su biblia de estudio señala:
“ningún reino ni ninguna descendencia de un solo hombre tiene duración eterna como la tienen los cielos y la tierra, sino que las diversas generaciones desaparecen, reinos terrenales se desmoronan [y son sustituidos por otros]. Por lo tanto, la descendencia de David solo puede permanecer en una persona que viva eternamente, es decir, que culmina en el Mesías que vive eternamente y cuyo reino no tendrá fin. Esta promesa se refiere por lo tanto a la descendencia de David, iniciando con Salomón y culminando en Cristo”.2 ¡Gloria a Dios!
EL PECADO DE DAVID
La Biblia dice: así como Jesús de Nazareth fue tentado por el diablo en el desierto, así seremos tentados en nuestras concupiscencias. Vale decir que la tentación no viene de Dios, Dios no tienta a nadie, es el diablo quien se ocupa de hacerte caer en tus debilidades. El Rey David no fue la excepción.
Sucedió estando David en la casa real, mientras todo Israel, a solicitud de él, se fue al campo de batalla tras los amonitas, a quienes destruyeron. El rey “vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa”. Preguntó que quién era y se enteró que era Betsabé, mujer de Urías heteo.
Mandó que la trajeran y se acostó con ella. Pasado un tiempecito Betsabé le hizo saber que estaba encinta. Al enterarse pidió que Urías heteo lo visitara, después de una plática común le sugirió que lavara sus pies y se fuera a su casa. Saliendo de la casa real le fue enviado un regalo.
La práctica del lavado de pies de los israelitas era para comer o descansar. La lectura que se hace de este pasaje es la intención del rey de que Urías durmiera con su esposa para que se supiera que era el padre del hijo concebido en adulterio y cubrir así su culpa. Pero Urías durmió afuera de la casa del rey pues le pareció injusto que mientras el descansara y se acostara con su mujer, el pueblo de Israel estuviera en el campo de batalla.
El plan del rey falló. No obstante, mandó a Urías a la batalla que se estaba librando e hizo que lo pusieran al frente en lo más recio del ataque para que fuera herido y muriera; y así sucedió. Al enterarse Betsabé de la muerte de su marido se puso de luto y pasado el duelo, David la trajo a su casa, la hizo su mujer y concibió al hijo producto de su pecado.
Mas esto que David había hecho fue desagradable ante los ojos de Dios
2 Sam. 11
Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. (Mat. 26:41).
Bibliografía
1Mathew Henry, Biblia de Estudio Ampliada, ed. clie. 2 Samuel, Introducción, 4), p. 422.
2Ibidem, 2 Sam. 7:16, #76, p.435


AMADO DIOS
Hoy quiero empezar mi oración dándote gracias por este día que Tú en tu inmensa bondad me regalas. Es hermoso poder despertar cada mañana y verme rodeado de tantas maravillosas bendiciones.
Tú me das la vida y me permites vivirla al lado de mi familia, me das un techo seguro bajo el cual descansar, me brindas el pan de alimento y siempre cuidas de mí y de los míos. Qué glorioso es poder sentir tu presencia a cada instante en mi senda y qué glorioso es saber que Tú siempre escuchas mis plegarias y me brindas maravillosas respuestas.
Hoy viviré con alegría, porque sé que Tú estás conmigo y te pido que hoy sea un día de triunfo, donde mis anhelos se convertirán en dulce realidad y viviré rodeado de amor, felicidad, paz y prosperidad. Mi vida es maravillosa gracias a Ti Señor, alabado seas por siempre.
Amado Dios, te pido que no te apartes de mi vida ni por un instante y que seas mi guía, mi refugio y también mi consuelo. Te pido que me colmes de sabiduría para tomar buenas decisiones, paciencia para no desfallecer en medio de las pruebas y fe para comprender que tus designios son perfectos y que tus planes siempre son mejores que los míos.
Señor, por favor ayúdame a alcanzar mis metas, Tú conoces mi vida y mis sueños, tómame de la mano y guíame por caminos de victoria.
Padre eterno, confío en Ti, en tus palabras y en tus promesas maravillosas. Por eso te entrego este nuevo día que comienza. Por favor orienta mi andar, cuida de las personas que amo, ilumina mi mente, despeja mis dudas, llena de valentía mi espíritu y desborda éxito y abundancia en todos mis proyectos.
Señor, la fuerza de tu amor me permite salir siempre adelante; Gracias por ser la luz que aclara mi senda y gracias por ser mi mejor amigo En el nombre de Jesús. Amén.








