1️⃣ Entiende el problema real
La Navidad no engorda por una cena, sino por:
2–3 semanas de comida abundante,
botanas constantes,
bebidas azucaradas,
falta de movimiento.
La clave es equilibrar, no dejar de disfrutar.
2️⃣ Regla de oro: Come lo que amas, pero en versión consciente
✔ Sirve porciones pequeñas primero.
✔ Date gusto con tu platillo favorito, pero una vez.
✔ Evita “picar sin darte cuenta” durante horas.
3️⃣ Empieza siempre con proteína
Antes del pan, postre o ponche:
Pavo, lomo, pescado, jamón, queso, frutos secos.
Esto reduce antojos, mejora la saciedad y evita picos de azúcar.
4️⃣ Métete el truco de las 3 cucharadas
Si algo está muy rico (buñuelos, romeritos, pasta):
👉 Come solo 3 cucharadas grandes.
Esto te permite disfrutar el sabor sin el exceso calórico.
5️⃣ Bebidas: el enemigo oculto
Una noche puede incluir 800–1,200 calorías en bebidas.
Mejor:
agua mineral con limón,
vino tinto (1 copa),
ponche sin azúcar añadida.
Evita cerveza + refresco + cocteles dulces en la misma noche.
6️⃣ Haz un “ayuno suave” natural
Si el día de la cena comes más:
Desayuno ligero (yogurt, fruta, huevo),
comida ligera (sopa, ensalada),
deja espacio para la cena sin llegar con hambre brutal.
7️⃣ Camina 20 minutos después de la cena
Esto baja el azúcar en sangre y evita que el exceso se almacene como grasa.
Además, mejora la digestión.
8️⃣ Maneja el estrés
En diciembre se come por emoción, no por hambre.
Respira, conversa, disfruta.
Come por placer consciente, no por ansiedad.
9️⃣ Si fallas un día, NO pasa nada
Lo que engorda no es una noche, sino rendirse todo diciembre.
Vuelve a tu rutina sin culpa.
10️⃣ Recuerda el objetivo
La Navidad es para convivir, no para comer sin medida.
Si lo recuerdas, tu cuerpo y tu salud lo agradecen, si quieres que te guie, contáctame.
Terapeuta: Estela Almeida


El hijo que no lava ni su plato… termina viviendo como si todo el mundo le debiera algo.
No se trata del platose trata de la actitud.
De esa mentalidad cómoda que dice: “alguien más lo hará por mí”.
Ese hijo que deja todo tirado, que espera que mamá le sirva, le lave, le recoja…
está aprendiendo a depender, no a crecer.
Porque quien no ayuda en casa, mañana será el adulto que culpa al gobierno, a la suerte o a los demás por lo que no logra.
Será el que dice “la vida es injusta” sin recordar que nunca movió un dedo por mejorarla.
El carácter no se forma con discursos,
se forma en los pequeños actos diarios:
lavando un plato, barriendo un piso, escuchando límites.
Ahí nace el respeto, la gratitud y la responsabilidad.
El que no aprende a servi, tampoco sabrá sostener una familia, ni agradecer lo que tiene.
Reflexión:Criar hijos responsables cansa, sí…pero criar hijos cómodos destruye.
Si estás criando, enseña a colaborar.
Y si eres ese hijo, entiende esto:
Su madre no es tu empleada, ni tu casa un hotel.
Eres parte del hogar… y eso también implica aportar.
Patricia Castañales B.












