NUESTRO LLAMADO NO ES UNA CARRERA RÁPIDA ES UN MARATON

Por Claudia Iriarte

Estoy feliz de poder compartir contigo un testimonio que me dio muchísima enseñanza; fue algo que viví.

Hace como 15 años corrí un maratón en Estados Unidos, en Chicago, Illinois. Sin haber entrenado, yo no soy corredora y no acostumbro correr, siempre he hecho ejercicio, pero no corro.

Cuando estaba casada, a mi marido le gustaba correr mucho y lo acompañaba a los maratones; no era lo mío correr porque sentía que se gastaban y maltrataban las rodillas por el impacto que tienes con el piso cuando vas corriendo. Aparte, estaba convencida de que no puedes correr si no entrenas. Y él, en ese entonces, para convencerme de participar en el maratón, me decía “es que no sabes la adrenalina que se siente, la llegada a la meta, eso es increíble” y le dije que eso no es lo mío; yo tengo otras metas en mi vida, pero bueno…

A los dos meses, antes del maratón, me consiguió mi boleto para participar en la carrera y finalmente me convenció y empecé a entrenarme dos veces a la semana entre cinco y diez kilómetros, y me dije, “estás bien, con eso para mí, no pienso correr completo los 42 kilómetros

Una semana antes del maratón, fuimos a un rancho junto con veinte amigos aproximadamente, y que también corrían, y la finalidad era que corriéramos una carrera larga, que son 20 kilómetros, y yo me acuerdo lo acompañé en la carrera, me puse mis audífonos para ir escuchando mis alabanzas, y acabe corriendo solamente 17 kilómetros.

Después, al otro día en el desayuno, me acuerdo que uno de los amigos me dijo… ¿por qué no corres el maratón completo? Y le contesté, “pues no me siento con la capacidad” y me dijo…

”es que no tienes espíritu de lucha”.

Y yo. ¿Qué? Hablas de espíritu, y me dije que no se corre solamente con el cuerpo, a ver a ver, mi espíritu es fuerte. Y me quedé pensando con esa palabra que me dijo. Yo no sabía que se corría con el espíritu también. Me quedé con esa palabra.

Al día siguiente en mi oración a Dios, me dijo, “corre el maratón completo”, y le dije a Dios, no es para tanto, y me confirmó Él “corre el maratón completo” y me dije

¿Cómo Dios?

Empecé a recordar cómo Dios le dijo a Moisés ve y saca a mi pueblo de la esclavitud, y de cómo le abrió el Mar Rojo, y recordé la relación de él con Dios y las dudas que tenía, ¿Cómo lo voy a hacer? Y así varios ejemplos de cómo Él les hablaba a sus hombres en la Biblia.

Mi contestación fue “no lo puedo hacer, falta una semana, no me siento preparada físicamente para la carrera”

Era lunes y el maratón era el fin de semana. Le hablé y busqué una confirmación con mi Pastora en ese momento, y le pregunté ¿tú crees que eso es de Dios? Y me dijo “si tú tienes al Espíritu Santo, Él es el que te guía”

Y me animé a correr los 42 kilómetros, me sentía preparada espiritualmente.

Por fin me fui al maratón de Chicago, y llegando al aeropuerto, recuerdo que me agaché por mi maleta y sentí una molestia en una de mis rodillas; pero lo interpreté como pensamiento del enemigo que quiere que renuncie a mi propósito y no lo permití.

Al día siguiente, el sábado, fuimos a una feria deportiva y me tomé un tiempo para comprar mi outfit, y decidí comprar una falda rosa; me acuerdo para correr la competencia. Me sentía muy bien cómo me veía, pero recibí comentarios no tan buenos porque me dijeron que me iba a rozar la piel, pero, en fin.

Después, más adelante en el día, se organizó con algunos amigos una cena, y dentro de lo que estábamos hablando me comentaron que no iba a poder escuchar mis alabanzas durante la carrera porque no estaba permitido usar audífonos, y externé mi inconformidad, y me acuerdo que también tuve críticas por mis creencias, por ser cristiana, porque les decía que escuchaba la voz de Dios; pero eso no me desalentó ni me frenó, más bien, reafirmó más mi compromiso.

Al día siguiente, empezando el día, me puse a orar y abrí mi Biblia y empecé a leer:

13Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,

Filipenses 3:13

Y fíjense, ese día leo ese versículo y Dios me mostró que la vida es como una carrera y quiero que sepas que vas a llegar a la meta; y mi contestación fue “sííí, Señor, voy a llegar a la meta”

No es una carrera de velocidad, sino de perseverancia, y hay muchas cosas que se interponen y tratan de desalentarte.

Por fin llegó el gran día, me acuerdo que llegamos a la carrera junto con mi esposo; un poco nerviosa porque nunca había corrido un maratón; sin tener experiencia, pero confiando en Dios, el mejor coach que puedas tener. Empezamos a correr, correr, correr…

Al kilómetro 7 nos paramos y mi marido me dijo “me lesioné, no puedo seguir la carrera, pero no te preocupes, tú sigue, no pares tu carrera”

En ese momento me vio mi hija y ya que iba a irme sola durante toda la carrera, le pedí que me diera mi ipod y mis audífonos.

Me acuerdo que iba platicando con Dios, dando gracias de mi salud, por mi corazón, por mis hijos, por mi vida, escuchando mis alabanzas y así transcurrieron 2-3 horas.

El Espíritu de Dios me empezó a enseñar y revelar cómo en la carrera unos van más rápido, otros más lento, unos te empujan y pisan, otro tantos se quedan; otros se lesionan, se enferman, se paran y se van; unos van hasta atrás y otros adelante…y así es la vida.

Empecé a ver que muchas personas bajaban su ritmo en la carrera y empezaban a caminar; y es que hacía muchísimo calor; aproximadamente 35 grados o más, era algo inusual en esa época del año, provocando que el agua que te dan en las estaciones de suministro, que son puestas para darte agua y alimentos (plátanos) se empezara a acabar porque el agua se la echaban encima del cuerpo para refrescarse y otro tanto se la tomaban.

Yo no me había enterado en ese momento, pero se había cancelado el maratón, iba concentrada en mis alabanzas y oraciones y no me di cuenta de la cancelación.

Más adelante se me acercó una amiga para que le diera una recarga de un gel que contiene alimento (proteínas) y le di una de las dos porciones que me quedaban, afortunadamente ya estaba cerca de la meta, me faltaba un kilómetro, ya me sentía muy cansada y también en ese momento me tomé mi último gel de alimento que me quedaba.

Estaba muy contenta y animada porque pensé que pasando la meta me iba a encontrar con mi esposo y familia, y mi mamá…imaginándome que me iban a recibir con los brazos abiertos.

Cuando crucé la meta, cuál fue mi sorpresa que no había nadie, nadie…estaba sola.

Me acuerdo que me senté en el piso y Dios me empezó a confortar y mostrar, así es la vida; al final vas a llegar sin nada, sin nadie; así vas a estar delante de mí, cuando estés en mi presencia.

Me mostró que con Él puedes pasar las pruebas y momentos más difíciles; que nunca me dejó y siempre sentí que su presencia me dio seguridad.

Un día después me enteré que a ese maratón lo llamaron “El maratón de la muerte” Murieron 2 personas, se fueron al hospital muchísimas más por deshidratación, porque no hubo el agua suficiente en la competencia, me acuerdo que había muchas ambulancias y patrullas.

Salimos 40 mil personas y sólo llegamos a la meta 11 mil. A mí nadie me paró, venía concentrada en mi adoración y oración; fue increíble como estuvo la mano de Dios conmigo.

Te quiero decir que así es la vida. Te pueden empujar, pisar, aplastarte; te rebasan, te pueden pedir ayuda. Pero cuando vas enfocado, escuchando la voz de Dios, nada te detiene.

Ahora me acuerdo y puedo sentir cómo Él me levantó de la tempestad y me llevó a la meta.

Así es Dios. Siendo un testimonio de Fe, una mujer que obedeció, que escuchó su voz a pesar de la oposición que existió; para mí fue un milagro y testimonio de Fe. Espero que te sirva mi testimonio.

Gracias a Dios, porque a lo largo de mi vida he podido vencer las pruebas y adversidades, que muchas veces he visto imposibles de superar, pero que, con su guía y respaldo, he podido cumplir su propósito en mí. Siempre sentir su presencia, su respaldo y guía para llegar en mi carrera a la meta.

Por favor dame la fuerza y la sabiduría que necesito para tomar las mejores decisiones el valor para no dejarme derrumbar por las adversidades y la paciencia para plantar mis campos y saber esperar la cosecha. 

Te pido que protejas mi vida, la vida de mi familia, y la vida de mis amigos que cuides de nuestro hogar y no permitas que nada malo nos pase; rodéanos con tu bondad, ilumina nuestras jornadas y ayúdanos a salir victoriosos de cada una de nuestras batallas.

Gracia y Paz a ustedes, de Dios nuestro Padre y en el nombre del Señor Jesucristo. Amen 🙏

Fabiola Márquez

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