Crónicas Bíblicas: Sansón

Por John Macarthur

Primera parte

CRÓNICAS BÍBLICAS

La historia de Gedeón se enriquece cuando se coloca junto al relato bíblico de otra figura familiar. Varias generaciones después de Gedeón, el Señor levantó un juez en Israel llamado Sansón.

Los comienzos de sus historias comparten algunos destacados paralelismos; sin embargo, en términos de sus disposiciones personales, Gedeón y Sansón no podrían haber sido más contrarios. Mientras que Gedeón era tímido y temeroso,

Sansón era rudo e insensato.

El primero se consideraba débil e inadecuado; el segundo creía arrogantemente que era invencible. A pesar de estos agudos contrastes, el Señor obró por medio de ambos hombres para cumplir sus soberanos propósitos con Israel.

Sansón mismo es un estudio en contradicción: un hombre dotado de una fuerza sobrenatural cuyas proezas de poder pertenecen al mundo de los héroes fantásticos de los niños. Sin embargo, esa fuerza y poder sin iguales, corrompidos y perdidos por su indómita pasión, le redujeron hasta convertirlo en un penoso enclenque. Pero cuando era más débil, el Señor usó a Sansón en el acto más poderoso de toda su increíble vida.

¿NACIDO PARA SER SALVAJE? 

En el capítulo trece de Jueces, la historia de Sansón comienza de forma similar a la de Gedeón. Los israelitas estaban, de nuevo, bajo el dedo opresor de un enemigo extranjero: los filisteos.

Tras años de opresión, el ángel del Señor, otra aparición preencarnada del Hijo de Dios, llegó para ordenar a un nuevo libertador para su pueblo. En este caso, se presentó a sí mismo a los padres de Sansón, anunciándoles que pronto tendrían un hijo que un día sería usado por Dios para rescatar a la nación.

El padre de Sansón, Manoa, respondió al reporte del ángel del mismo modo que lo hizo Gedeón: llevando un cabrito y algo de grano como ofrenda al Señor. Lo que ocurrió después está escrito en Jueces 13.19–20:

Y Manoa tomó un cabrito y una ofrenda, y los ofreció sobre una peña a Jehová; y el ángel hizo milagro ante los ojos de Manoa y de su mujer. Porque aconteció que cuando la llama subía del altar hacia el cielo, el ángel de Jehová subió en la llama del altar ante los ojos de Manoa y de su mujer, los cuales se postraron en tierra.

Como había hecho con Gedeón, el Señor transformó el sacrificio en una milagrosa verificación de su identidad divina. Manoa y su esposa estaban comprensiblemente aterrados cuando supieron que habían visto a Dios (Jueces 13.22). Al igual que Gedeón, pensaron que iban a morir en juicio divino porque eran pecadores (véase Jueces 6.22–23).

La madre de Sansón había sido estéril antes de que el ángel del Señor le prometiera que daría a luz a un hijo único. El Señor también le dio instrucciones concretas con respecto a su embarazo.

No debía beber vino ni comer nada que fuera ceremonialmente inmundo. También, después de que naciera el niño, no debía cortarle el cabello porque Sansón debía ser nazareo. La palabra nazareo viene de un vocablo hebreo que significa: «separar».

En Números 6.1–8, el Señor dio restricciones concretas para quienes tomaran este voto de separación: no beber alcohol, no cortarse el cabello y no tocar ningún cadáver. Eso era para simbolizar externamente la consagración de la persona a una vida santa.

El hecho de que Sansón fuera apartado desde su nacimiento tuvo poco efecto en la manera en que realmente vivió como adulto. A lo largo de su vida, violó las tres prohibiciones nazareas (tocar un cadáver, en Jueces 14.8–9; beber en su fiesta de bodas, en Jueces 14.10–11; y permitir que le cortaran el cabello, en Jueces 16.19).

Se convirtió en un hombre movido por sus deseos carnales, especialmente su pasión ilícita y desbocada por las mujeres paganas. La Escritura le describe como una persona de voluntad terca, deseos irracionales y un temperamento violento: una combinación volátil. Al final, el franco menosprecio de Sansón por los claros mandamientos del Señor haría que su vida fuera una tragedia legendaria, con su encaprichamiento con las mujeres filisteas en el centro.

LA DESTRUCCIÓN DE SU PROPIA BODA

A pesar del flagrante pecado de Sansón, por el cual pagó un precio terrible, Dios seguía teniendo un propósito con él en el rescate de Israel de la agresión filistea. Cuando Dios quería que tuviera un don sobrenatural para el papel que debía desempeñar, el Espíritu del Señor descendía sobre él y mostraba proezas de fuerza humanamente imposibles, relacionadas siempre con la destrucción de los filisteos.

Todo comenzó cuando de joven, Sansón insistió en casarse con una mujer filistea, una unión que Dios había prohibido expresamente (Deuteronomio 7.1–5; cp. Jueces 3.5–7).

El texto enfatiza el hecho de que Sansón «vio» a la joven, y que ella le gustaba, queriendo decir que su interés en ella era totalmente superficial. Aunque sus padres intentaron disuadirlo para que no se casara con ella, Sansón ignoró su consejo e insistió hasta que tuvo lo que quería (Jueces 14.3, NTV).

 Mientras iban de camino a la ciudad donde vivía su novia pagana, Sansón se encontró con un león, un hecho no poco frecuente en la antigua Israel. Normalmente, la suerte hubiera favorecido al gran felino, con sus afiladas zarpas y sus feroces mandíbulas, pero esta vez el león sería la víctima, ya que Dios protegió a Sansón para futuras hazañas. Según Jueces 14.6:

«Y el Espíritu de Jehová vino sobre Sansón, quien despedazó al león como quien despedaza un cabrito, sin tener nada en su mano». Varios meses después, cuando Sansón pasaba por ese camino nuevamente, vio el cadáver del león y fue a investigar, probablemente esperando encontrarlo lleno de moscas y gusanos. Pero en lugar de eso, una colonia de abejas había anidado dentro. Evitar el cadáver era un requisito de su voto nazareo, pero Sansón lo ignoró y recogió la miel del cuerpo, comiéndosela mientras se alejaba por el camino. Incluso les ofreció a sus padres cuando llegó a su casa.

Cuando terminó el período de compromiso matrimonial y se habían terminado los preparativos para la boda, Sansón viajó de nuevo a la ciudad de su novia para la fiesta. Esas celebraciones paganas normalmente duraban siete días y consistían principalmente en un jolgorio de borrachos.

El texto bíblico indica que Sansón se unió a treinta jóvenes filisteos, cuya relación con él de algún modo no queda clara. Debían de ser conocidos de la novia que habían sido invitados a la fiesta, y también podrían ser guardas a los que se les habría ordenado vigilar a Sansón, a quien los filisteos probablemente ya veían con recelo. En un intento por avergonzarles, el joven novio, que probablemente ya estaba algo ebrio, desafió a los filisteos con un acertijo imposible basado en su aventura con el león.

Y Sansón les dijo: Yo os propondré ahora un enigma, y si en los siete días del banquete me lo declaráis y descifráis, yo os daré treinta vestidos de lino y treinta vestidos de fiesta. Mas si no me lo podéis declarar, entonces vosotros

me daréis a mí los treinta vestidos de lino y los vestidos de fiesta. Y ellos respondieron: Propón tu enigma, y lo oiremos. Entonces les dijo:

Del devorador salió comida, y del fuerte salió dulzura. Y ellos no pudieron declararle el enigma en tres días. (Jueces 14.12–14)

Movidos por la frustración por su imposibilidad de resolver el acertijo, los treinta hombres humillados acorralaron a la esposa de Sansón, amenazándola con quemar su casa y la de su padre si no les contaba el significado del acertijo de su esposo.

En un anticipo de la posterior relación de Sansón con Dalila, su esposa le rogaba incesantemente que le revelara el acertijo. Al principio rehusó, pero su implacable petición finalmente dio sus frutos.

Cuando los hombres filisteos encontraron la respuesta correcta, Sansón sabía que la única forma en que podían haberlo averiguado era que su novia lo hubiera traicionado. Encolerizado, Sansón viajó hasta Ascalón (una ciudad filistea a unos 35 kilómetros de distancia), mató a treinta hombres y trajo sus túnicas para cumplir con su promesa si resolvían el enigma (Jueces 14.19). Enojado aún después de que su matanza y su viaje de setenta kilómetros hubieran alimentado su furia, abandonó a la mujer y regresó con sus padres.

Es tristemente irónico que, aunque se le identificó como uno de los principales jueces de su nación, Sansón nunca hizo intento alguno de expulsar a los enemigos de Israel de la tierra. De hecho, estuvo feliz de relacionarse con los filisteos, incluso hasta el punto de casarse con una de ellos. Aunque solo estaba interesado en servirse a sí mismo, el Señor supervisaba las egoístas decisiones de Sansón para asegurarse de la liberación de Israel y la desaparición de los filisteos (cp. Jueces 14.4)

EL JUEGO CON FUEGO

La desastrosa boda de Sansón probablemente ocurrió al comienzo de la primavera. Después de enfurruñarse en casa durante un tiempo, decidió regresar con su esposa en la época de la cosecha del trigo, sin saber Sansón que su suegro filisteo, el cual supuso que el enojado novio nunca regresaría, había dado a su hija a otra persona (Jueces 14.20).

Sansón apareció en la casa de su esposa con un cabrito, aparentemente una precaria ofrenda de paz con la que pensaba aplacar a la agitada familia por la debacle de la boda. Para su sorpresa, solo salió a recibirle a la puerta su suegro, el cual rehusó dejarlo entrar. Los pensamientos de reconciliación se convirtieron en rabia cuando Sansón escuchó a su suegro decir lo inconcebible:

«Me persuadí de que la aborrecías, y la di a tu compañero. Mas su hermana menor, ¿no es más hermosa que ella? Tómala, pues, en su lugar» (Jueces 15.2).

El traicionado novio estaba comprensiblemente furioso, y de nuevo vertió su rabia contra los filisteos. En una increíble proeza de capacidad sobrehumana, Sansón capturó trescientas «zorras» y ató sus rabos para crear ciento cincuenta pares de aullidos. La palabra hebrea para «zorra» también se puede traducir como «chacal». Es probable que los chacales fueran los animales usados en este episodio, ya que su número era mucho mayor que el de las zorras en la antigua Israel.

Después de asegurar a estas criaturas parecidas al coyote en pares, Sansón ató antorchas a sus rabos, encendió las antorchas con fuego, y las envió corriendo desesperadamente en zig zag a través de los campos de trigo cercanos. Con encendida ira, las usó para incendiar las cosechas filisteas creando un fuego que arrasaba todo lo que encontraba a su paso, desde campos de trigo a viñedos y olivares (Jueces 15.5).

Cuando supieron por qué había provocado los incendios, los filisteos culparon a los antiguos suegros de Sansón, y se vengaron quemando a su antigua esposa y al suegro (Jueces 15.6).

Irónicamente, para evitar la muerte anteriormente, la esposa de Sansón le había rogado que le revelara el significado de su enigma para poder decírselo a los treinta filisteos en la boda. Sin embargo, al hacer eso puso en marcha una serie de acontecimientos que terminaron con el mismo resultado que ella desesperadamente había intentado evitar: su propia muerte.

Al escuchar las noticias de la brutal ejecución de su esposa, Sansón de nuevo se encolerizó. No aceptó la culpa de las circunstancias que llevaron a la muerte de su esposa sino que, en cambio, decidió vengarse contra los filisteos. Según Jueces 15.8:

«Y los hirió cadera y muslo con gran mortandad; y descendió y habitó en la cueva de la peña de Etam». La frase «cadera y muslo» se puede traducir con más precisión como «pierna sobre muslo», y es probablemente una expresión de combate para designar un dominio total y violento.

Aquí está la providencia de Dios y el cumplimiento del propósito divino de la manera más inimaginable. El Señor estaba usando la rabia egoísta de Sansón y su venganza para derrotar a los filisteos.

ESCAPE DEL ARRESTO

Con sus campos quemados y sus parientes muertos, los filisteos llegaron al colmo, juntaron un ejército y fueron a buscar a Sansón. Los hombres de Judá les vieron acercarse y se preguntaron:

«¿Por qué habéis subido contra nosotros?» La respuesta de los filisteos fue simple y directa: «A prender a Sansón hemos subido, para hacerle como él nos ha hecho» (Jueces 15.10). 

Continua la historia abajo esta el enlace.

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