Ciertamente, cuando así no sucede, todo conocimiento parecería obligado a permanecer en el descrédito de lo no confirmado, en la oscuridad de lo que pertenece a un pasado remoto (un tiempo al que se menosprecia considerándolo dominado por un supuesto infantilismo y una más que supuesta inmadurez)
Sin embargo, no siempre más información es más conocimiento.
Y como veremos después, no siempre más conocimiento es mas sabiduría.
¡Conoces el cuento del campesino y el biólogo?
En un tren se encuentran sentados, uno frente a otro, un afamado biólogo, premiado internacionalmente, y un casi analfabeto campesino del lugar. El primero, con un impecable y formal traje gris oscuro; el otro, con unos gastados pero limpios calzones de campo.
Rodeado de libros, el científico. Con un pequeño hatillo de ropa, el lugareño.
-¿Va a leer todos esos libros en este viaje? pregunta el campesino.
-No, pero jamás viajo sin ellos
~contesta el biólogo.
-¡Y cuándo los va a leer?
-Ya los he leído… Y más de una vez.
-¿Y no se acuerda?
-Me acuerdo de éstos y de muchos más.,
-Qué barbaridad. ¿Y de qué tratan los libros?
-De animales.
-Qué suerte deben de tener sus vecinos, tener un veterinario cerca..
-No soy veterinario, soy biólogo.
-¡Ah. i ¿Y para qué sirve todo lo que sabe si no cura a los animales?
-Para saber más y más… Para saber más que nadie.
-¿Y eso para qué le sirve?
-Mira… Déjame que te lo muestre y, de paso, quizá, haga un poco más productivo este viaje. Supongamos que tú y yo hacemos una apuesta. Supongamos que por cada pregunta que yo te haga sobre animales y tú no sepas contestar, me dieras, digamos, un peso. Y supongamos que por cada pregunta que tú me hagas y sea yo el que no sabe contestar, te diera cien pesos….
A pesar de lo desigual de la retribución económica, mi saber inclinaría la balanza a mi favor y al final del viaje yo habría ganado un poco de dinero.
El campesino piensa y piensa… Hace cuentas en la mente ayudándose con los dedos. Finalmente dice:
-¿Está seguro?
-Convencido
-contesta el biólogo.
El hombre de los calzones mete la mano en su bolsillo y busca una moneda de un peso (el campesino nunca apuesta sino tiene con qué pagar).
-¿Yo primero? –dice el campesino.
-Adelante –contesta, confiado, el biólogo.
-¿Sobre animales?
-Sobre animales..
-Aver..¿Cuál es el animal que tiene plumas, no pone huevos, al nacer tiene dos cabezas, se alimenta exclusivamente de hojas verdes y muere cuando le cortan la cola?
-¿Cómo? – pregunta el científico.
-Digo que cuál es el nombre del bicho que tiene plumas,
no pone huevos, nace con dos cabezas, come hojas verdes y muere si le cortan la cola.
El científico se sorprende y hace un gesto de reflexión.
En silencio, enseguida se pone a buscar en su memoria la respuesta correcta.
Pasan los minutos.
Entonces se atreve a preguntar:
-¿Puedo usar mis libros?
-¡Claro! –contesta el campesino.
El hombre de ciencia empieza a abrir varios volúmenes sobre el asiento, busca en los índices, mira las ilustraciones, saca un papel y toma algunos apuntes. Luego baja del portaequipajes una maleta enorme y saca de ella tres gruesos y pesados libros que también consulta. Pasa un par de horas y el biólogo sigue revisando páginas y mirando y musitando mientras apunta extraños gráficos en su libreta.
El altavoz anuncia finalmente que el tren está entrando en la estación de destino. El biólogo acelera su búsqueda, transpirando un poco agitado, pero no tiene éxito. Cuando el tren aminora la marcha, el científico mete la mano en el bolsillo y saca un flamante billete de cien pesos y se lo entrega al campesino diciéndole:
-Usted ha ganado… Sírvase.
El campesino se pone de pie y, agarrando el billete, lomira contento y lo guarda en su bolsillo.
-Muchas gracias
-le dice. Y tomando su hatillo, se dispone a partir.
-Espere, espere
-lo detiene el biólogo-
, ¿cuál es ese animal?
-Ah… Yo tampoco lo sé…
-dice el campesino. Y, metiendo la mano en el bolsillo, saca una moneda de un peso y se la da al científico diciendo:
-Aquí tiene un peso. Ha sido todo un placer conocerlo.
señor..
No siempre el más leído es el que más sabe, no siempre el más instruido es el más culto, no siempre el que tiene más información es el que lleva las de ganar, también la vida enseña… y mucho.
Obviamente aquellos buscadores del saber que no recibieron la protección de la ciencia enciclopedista se dedicaron
a una búsqueda más abierta, ajenos a lo que hacía la mayoría, basándose casi exclusivamente en su honesta percepción y en sus gloriosas o decepcionantes experiencias. Caminos empíricos llenos de ensayos y correcciones que luego la ciencia llamaría «alternativos»
En medicina, muy especialmente los profesionales que trabajan con tratamientos de los llamados alternativos, se ganaron, por explorar nuevas técnicas y sobre todo por compartirlas en lenguaje llano y palabras poco «científicas», el calificativo de extraños y poco serios, cuando no el de marginales o peligrosos.
Hoy, sintiéndome un poco uno de ellos, reconozco que la mirada descalificadora llega a ser molesta, pero puedo asegurar con orgullo que de todas maneras vale la pena seguir en la propia búsqueda.
SOY FUEGO
Amo ser quien soy; la fuerza de mi carácter, la felicidad que respiro y este caos que pocos entienden. Amo con profunda certeza esta versión inquebrantable; este constante deseo de quemarlo todo para volver a empezar; mi valentía para decir adiós a todo aquello que solamente intenta apagarme.
Amo ser fuego en un mundo de cenizas.
J. Wailen
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Ni lo conocía. Buen aporte.
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