Recientemente, recordaba una escena de la serie “The Chosen”, en donde, Jesús, interpretado por el actor Jonathan Roumie, le contesta a uno de sus discípulos, un cuestionamiento, que creo, que todos hemos tenido.
En esa escena, se habla acerca de cuando Jesús, envía a sus discípulos a predicar que el reino de los cielos se ha acercado (Mt.10:7). La escena, está basada en Mateo 10:5-15, historia que se repite, tanto en el Evangelio de Lucas (Luc. 9:1-6), como en el de Marcos (Mr. 6: 7-13).
En la escena, dramatizada, y no escrita en la Biblia, el discípulo Natanael, interpretado por el actor Austin Reed Alleman, le dice a Jesús, cuando este termina de darles instrucciones y mandarlos en su nombre: “No me siento diferente”,a lo que Jesús le contesta: “No necesito que sientas nada para hacer grandes cosas”.
¡Qué tremenda frase! Esta simple frase, hizo que mi mente explotara al recordar todas las ocasiones en las que no he hecho mucho o nada, simplemente, porque no siento nada.
¿Cuántas veces has sentido que debes ayudar a una persona o que debes darle testimonio y no lo has hecho? Sólo, porque no sentiste nada, y, por lo tanto, tu lógica te dijo, “sino siento nada, es porque no viene de Dios”.
La Palabra, dice en Santiago 1:17 “Toda buena dádiva y todo don perfectodesciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (RVR60)
Es decir, que, si se trata de ayudar y/o seguir la voluntad de Dios, no necesitas sentir nada, ni siquiera necesitas escuchar la poderosa voz de tu Señor para hacerlo, sólo necesitas conocerle a través de su Palabra escrita, la Biblia.
Por otro lado, es muy sencillo creer que Dios no me escucha o no me recuerda, sólo porque no siento nada y/o no escucho su voz. Recuerdo una ocasión, en la que estaba dando una clase; honestamente, entre en pánico cuando no sentí la presencia de Dios, mi mente comenzó a dudar de que yo tuviera que estar ahí, e incluso, comencé a cuestionarme si había hecho algo mal, si de alguna manera había contristado al Santo Espíritu Santo.
Antes de que siguiera con este diálogo interno en mi cabeza, escuché su dulce voz, como el silbo apacible, que decía: “El que no me sientas no significa que no estoy aquí”.
Después, me recordó la promesa que le hizo a Josué en el libro de Josué 1:5“Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé”. (RVR60)
Creemos, que para que Dios pueda obrar o manifestarse, debemos sentir algo extraordinario en nosotros. La Biblia, nunca habla acerca de que nuestro Señor Jesús hiciera hincapié en el sentir, más que en el ser, o el creer. Él sólo creía, y no sé tú, pero el creer no se siente, de hecho, no hay nada más difícil que compaginar nuestra mente con nuestro corazón, y nuestro espíritu; por lo tanto, creer, tener fe, no se siente, se decide.
Es como el amor, tú decides amar a tu esposo o a tu esposa, no es que todos los días amanezcas tan enamorado de él o ella, que no veas sus errores, simplemente decides perdonar esos errores y seguir adelante.
Así es el creer, solamente saber y decidir, que, aunque no sintamos a Dios, aun así, somos escuchados, amados, y, sobre todo, que aun en el silencio, Él está trabajando y obrando a nuestro favor.
Dicho esto, no tenemos que sentir nada, de hecho, si rebajamos la presencia del Señor a un mero sentir, lo estamos haciendo ver, como un simple sentimiento más que a un Dios Todopoderoso, capaz de cambiar nuestras circunstancias; Él, que no se puede comparar con nada ni nadie, mucho menos, con un simple sentimiento y/o una emoción humana, y, por lo tanto, engañosa.
Querido lector, te exhorto a decidir creer más, no a sentir. Todos los hijos e hijas de Dios, somos capaces de grandes cosas en Su nombre, pero, debemos dejar de creer que, si no lo siento, no es. Dios, nunca ha dejado, ni dejará de ser porque nosotros no seamos de capaces de diferenciar Su poder de nuestras emociones.
Comienza hoy, ora por los enfermos, y cree que Dios los sana, cree que Dios tiene un propósito grandioso, aun cuando el mundo te diga que no es así, que ya no hay tiempo, que ya es muy tarde. Camina, no te dejes de mover; y lo más importante, no pierdas de vista la eternidad, y que este mundo es sólo vanidad, trabaja por lo eterno.
“Y su señor le dijo: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (RVR60)
Mateo 25:21
Amado Dios, la oscuridad de la noche ya ha pasado, en este instante amanece y el día florece. Qué hermoso es poder acercarse a Ti, lleno de optimismo y alegría para darte gracias por tu amor, por tu bondad que no conoce límites y por los hermosos regalos con los que Tú colmas mi vida.
Gracias amado Dios por el techo que cobijó mi sueño, por mi familia, por los alimentos que llevas a nuestra mesa y por la ropa que nos viste. Gracias amado Dios, porque aunque no tenemos grandes lujos ni asombrosas riquezas, Tú siempre nos provees de todo e incluso más de lo que necesitamos. Qué hermoso es ser tu hijo y poder disfrutar de tus grandes bendiciones.
Señor, no quiero empezar este nuevo día sin entregarlo a Ti. Por favor cuida mi vida, la vida de mi familia y de mis amigos; te ruego que seas tu guiándonos a cada instante, tomando nuestra mano, llevándonos por el camino más conveniente y levantándonos en bienestar y victoria.