En el último capítulo, vimos cómo Jesús arregla lo que se ha descarriado en el mundo.
Ahora veremos, cómo responder a lo que Él ha hecho; lo que nos lleva al aspecto más fundamental de una relación con Cristo:
La fe.
En cada parte de la Biblia, se nos dice que todo entendimiento, consuelo y regalo que Dios puede darnos en Cristo, se logra a través de la Fe. Pero existe mucha confusión sobre lo que la Fe cristiana significa.
Para tener un mejor entendimiento de este concepto crucial, analizaremos en el Evangelio de Juan:
El primer día de la serrana, muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que habían quitado la piedra que cubría la entrada. Así que, fue corriendo a ver a Simón Pedro y al otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
¡Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto!
Simón Pedro, y el otro discípulo, se dirigieron entonces, al sepulcro. Ambos fueron corriendo, pero, como el otro discípulo corría más aprisa que Simón Pedro, llegó primero al sepulcro.
Inclinándose, se asomó y vio allí las vendas, pero no entró. Tras él, llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro.
Vio las vendas y el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús, aunque, el sudario no estaba con las vendas, sino, enrollado en un lugar aparte. En ese momento, entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; y vio y creyó. (hasta entonces, no habían entendido la Escritura, que dice, que Jesús tenía que resucitar).
Los discípulos regresaron a su casa, pero María se quedó afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.
¿Por qué lloras, mujer? Le preguntaron los ángeles.
Es que se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto. Les respondió.
Apenas dijo esto, volvió la mirada y allí vio a Jesús de pie. Aunque no sabía que era Él.
Jesús le dijo:
¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas? Ella, pensando que se trataba del que cuidaba el huerto, le dijo:
Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, y yo iré por Él.
María. Le dijo Jesús.
Ella se volvió y exclamó: ¡Raboni! (que en arameo significa: maestro).
Suéltame, porque todavía no he vuelto al Padre. Ve más bien a mis hermanos y diles; «Vuelvo a Mi Padre, que es
Padre de ustedes; a Mi Dios, que es Dios de ustedes»
María Magdalena fue a darles la noticia a los discípulos.
¡He visto al Señor! Exclamaba, y les contaba, lo que Él le había dicho (Juan 20:1-18).
De la primera parte de este pasaje, podemos aprender que, tener fe cristiana es tanto imposible como racional. ¿Qué quiero decir con esto? No quiero decir que, es imposible que alguien tenga fe cristiana. Lo que estoy diciendo es que, en nuestro estado actual, de imperfección moral y sensibilidad espiritual, nadie tiene dentro de sí, la habilidad de producir una fe vibrante en Cristo.
Por tanto, tener fe, es imposible para cualquier persona, si no hay de por medio una intervención o ayuda externa.
Así es como este pasaje, transmite esta verdad. Debemos tener en cuenta que, Jesús, había estado diciéndoles a Sus discípulos, una y otra vez, que moriría y resucitaría al tercer día. Eso es particularmente notable en el Evangelio de Marcos.
En el capítulo 8 del Evangelio de Marcos, Jesús dice: «Al Hijo del hombre…es necesario que lo maten y que a los tres días resucite». Después, en el capítulo 9 de Marcos, dice: “¡Al Hijo del hombre…lo matarán, y a los tres días de muerto, resucitará”.
Esta declaración de Jesús, era tan popular, que, Sus enemigos la escucharon y pusieron a un guardia afuera de Su tumba (Mateo 27:62-66).
Pero, a pesar de estas advertencias, cuando María, llega a la tumba de Jesús, se da cuenta de que la piedra ha sido removida. Regresa corriendo a los discípulos, y dice: “¡Se han llevado del sepulcro al Señor!”. María, había escuchado la profecía de Jesús sobre Su resurrección, tan a menudo como cualquier otra persona.
¿Por qué, cuando ve la tumba vacía, ni siquiera se dice a sí misma? «Él dijo que iba a resucitar” “¿Será posible?»
No. Eso, ni siquiera se le ocurre.
Más tarde diré, por qué, los judíos del primer siglo, se habían convencido de que la resurrección, era imposible y de que Jesús, no podría haber resucitado de los muertos. Pero, por ahora, me gustaría resaltar el punto más grande que esta narrativa nos muestra.
Que creer en la persona y obra de Cristo, no es algo que le llegue naturalmente a nadie. Algunos teólogos, llaman a esto, «incapacidad”. Tal vez, sepas que distintas tradiciones teológicas cristianas, tienen diferentes puntos de vista sobre el grado de habilidad con que respondemos a Dios. Pero, todas ellas concuerdan, en que no podemos producir Fe salvadora en Jesucristo, únicamente a través de nuestra propia capacidad.
Toda la evidencia convincente del cristianismo, puede ser puesta frente a nosotros. El mensaje, puede ser muy claro. Pero existe en cada persona una ceguera espiritual inherente. No podemos ver la verdad. No podemos conectarla con nuestra realidad.
Como ejemplo, aquí, somos testigos del acto de redención más grande en la historia. Dios, rompe el poder del pecado y de la muerte, a través, de la resurrección de Jesucristo. Además, este acto ha sido acompañado por las enseñanzas que Jesús dio sobre este evento, y su significado por varios años.
Sin embargo, aquí está María, viéndolo de frente. La tumba está vacía y, aun así, no lo puede ”ver». Simplemente no puede procesarlo. Tener Fe, es imposible sin la intervención sobrenatural de Dios mismo.
Thomas Nagel, un prominente filósofo americano, escribió un libro hace algunos años llamado “La Última Palabra”. Donde, aborda el tema de la epistemología, que es el estudio de, cómo llegamos a conocer lo que conocemos. Nagel, quien dice ser, un ateo secular, dice que, creer en Dios hace que las personas se «atemoricen de la religión”.
“Al hablar, sobre el miedo a la religión” (escribe Nagel), “no me refiero a la razonable hostilidad hacia cierta religión formal e instituciones religiosas, en virtud de su doctrina moral cuestionable, políticas sociales e influencias políticas”.
En otras palabras, las personas tienen todo el derecho de odiar a la iglesia, por lo que esta crea, o por cómo se comporte. Pero, luego Nagel, escribe: «Estoy hablando de algo mucho más profundo (en nosotros), es decir, el miedo a la religión misma. “Hablo por experiencia, siendo fuertemente sujeto a este miedo, yo mismo”.
Finalmente, Nagel, concluye:
Quiero, que el ateísmo sea verdad, y me incomoda el hecho, de que, algunas de las personas más inteligentes y bien informadas, que conozco, sean creyentes religiosos. No es sólo, que yo no crea en Dios, y que, naturalmente, espere estar en lo correcto en cuanto a mi creencia. ¡La verdad, es que, espero, que Dios no exista! No quiero que haya un Dios; no quiero que el universo sea así. Mi conjetura, es que, este problema de autoridad cósmica, no es una condición extraña…Me resulta curioso pensar, si hay alguien genuinamente indiferente ante la pregunta, de si existe un Dios.
Todos saben, que hay razones emocionales y psicológicas, por las que una persona desearía creer en Dios. En efecto, muchas argumentan, que creer en Dios, es sencillamente una forma intensa de querer cumplir ciertos deseos anhelados. Pero, es poco común, que alguien reconozca que todos tenemos razones emocionales y psicológicas para no creer en Dios. ¿Cómo es esto? Al leer la Biblia, cualquier persona, puede ver rápidamente, que si lo que ella dice es cierto, entonces, perderíamos cierto control sobre cómo vivimos la vida. ¿Quién puede decir, que es objetivo y neutral, en cuanto a esa proposición? Thomas Nagel, reconoce honestamente esto.
Nagel, sabe que no puede decir: “Soy completamente objetivo e indiferente al buscar evidencias sobre Dios, y sencillamente no las encuentro». Espero, que puedas ver, que nadie puede aseverar tal cosa con integridad.
Todos, tenemos profundas capas de prejuicios, que van en contra de la idea de un Dios Santo, al que debemos rendir cuentas. Si no reconoces eso, nunca podrás ser objetivo. Nunca.
Supongamos, que eres un juez y, de pronto, recibes un caso de una compañía de la que eres accionista. La decisión que tomes, tendrá un enorme impacto sobre el precio de las acciones. ¿Se te permitiría llevar el caso? No, porque no puedes ser objetivo cuando sabes que, si la decisión es desfavorable, podrías perder todo tu dinero. Por tanto, la ley manda que te desligues del caso. Aquí está el problema; en cuanto al cristianismo, todos estamos en esa posición.
Cuando tratas de decidir, si tus afirmaciones son ciertas o equivocadas, al menos, esperas que estén equivocadas. Pero, no puedes desligarte del caso; sólo puedes ver la evidencia. Por tanto, me gustaría sugerir algunas formas en las que puedes lidiar con este dilema.
En primer lugar, duda de tus dudas. Sé escéptico de tu propio escepticismo. ¿Por qué? Porque debes darte cuenta, de que, no estás siendo enteramente objetivo. Tal vez, tengas padres muy religiosos, que te desagradan, o tal vez, hayas tenido malas experiencias con un grupo cristiano hipócrita e insensible. Además, como hemos visto, pocas personas pueden contemplar la invitación a abandonar su libertad, sin necesidad de tener algún prejuicio. Tienes miedo de que las afirmaciones del cristianismo sean verdad, lo entiendo. Si somos honestos, nos asusta a todos. Nunca, serás imparcial con la evidencia, si no reconoces que no puedes ser completamente imparcial.
Entonces, ¿qué debemos hacer con esto?
Para empezar, te sugiero que vayas más despacio, para que no llegues a conclusiones escépticas demasiado rápido. También, debes reconocer que, sí, el cristianismo, es verdad. No es sólo un conjunto de principios racionales y filosóficos que debes adoptar, sino una relación personal. Así que, para tomar en serio la posibilidad de que el cristianismo, es la verdad; ¿por qué no consideras orar?
Por qué no dices: «Dios, no sé si estás allí, pero sí conozco mis prejuicios, y estoy dispuesto a desconfiar de ellos. Por tanto, si estás allí, ayúdame a vencerlos»
Rompe el hielo con Jesús. Nadie tiene por qué saber de esto. Si no estás dispuesto a hacer esto, entonces, sospecho, que no estás dispuesto a reconocer el prejuicio con el que todos comenzamos.
Pero, muchas personas tienen el problema opuesto. Se preocupan demasiado de no tener suficiente Fe. Están demasiado preocupadas por sus dudas.
A menudo, la gente me dice: “Estoy interesado en llegar a ser cristiano, pero tengo miedo de que mis motivaciones no sean las correctas» «No estoy seguro de tener la fe necesaria para ser cristiano».
Piensan, que la fe depende de ubicar su mente y su corazón en el estado correcto. Al final, al igual que el primer grupo, están cometiendo el error de confiar demasiado en ellos mismos.
No ven lo que este pasaje enseña. Que no eres capaz de creer sin la ayuda de algo externo a ti; sin la intervención de Dios, sin la ayuda de Jesús; como la que le brindó a María.
María no creyó, hasta que Jesús se encontró con ella. Ella estaba agitada y asustada, estaba llorando, y era incapaz de ver a Jesús, a pesar de que Él estaba justo enfrente suyo. Pero, Jesús, despeja su mente y afirma su corazón.
Tú, también necesitas Su ayuda personal, así que, pídesela. En efecto, si te preocupa no tener Fe en Jesús, esa, podría ser una señal, de que Él ya te está ayudando a tenerla.
Ni siquiera, somos capaces de desear verdaderamente a Jesús, Su ayuda. Sentir la ausencia de Jesús, podría ser una señal de Su presencia. Una señal, de que, ya está trabajando en tu vida. Como le pasó a María, Jesús, podría estar a tu lado, justo ahora, sin que tú lo veas. Así que, por nosotros mismos, tener fe es imposible. Aun así, como Jesús dice: «Para los hombres, es imposible, más para Dios, todo es posible» (Mateo 19:26).
La otra cosa que vemos en este pasaje, es que la Fe, es racional. Es vital, que reconozcamos esto, ya que, hemos pasado tiempo mostrando que la fe, no es únicamente un proceso racional, es un encuentro sobrenatural y personal con Jesús mismo. Pero, mientras la Fe cristiana, es mucho más que algo racional, ciertamente no es menos que eso. Con esto, quiero decir, que la Fe, se basa en evidencias, y justo frente a nosotros, tenemos una de las evidencias más importantes que la Biblia nos ofrece.
¿Por qué, no están María, Juan y Pedro acampando al lado de la rumba las veinticuatro horas? Si no conoces mucho sobre la cultura e historia del primer siglo, tal vez, te sorprenda que Jesús haya dicho una y otra vez: «Resucitaré al tercer día», y luego, a pesar de tanta repetición, al tercer día, los discípulos no estuvieran impacientes esperando junto a la tumba. Hasta María Magdalena, aunque, dedicada y apasionada a su maestro, sale corriendo de la tumba, sin considerar la posibilidad de la resurrección.
¿Por qué no estaban esperando un milagro? ¿No lo habían visto hacer suficientes milagros, como para esperar uno mucho más grande?
Si lees, “La Resurrección del Hijo del Hombre”, de N. T. Wright, el mejor libro escrito sobre la resurrección, en, por lo menos, los últimos cien años, te darás cuenta de que, ni los judíos, ni los griegos, ni los romanos, creían que la resurrección corporal de un individuo, fuera posible.
Por un lado, los griegos (y luego los romanos), creían que todas las cosas físicas, incluyendo el cuerpo, eran fuente de debilidad y maldad, y el espíritu, era la fuente de la fuerza y de la bondad. Por tanto, la salvación era el acto, por el cual, el alma queda libre del cuerpo.
La resurrección del cuerpo, desde este punto de vista, no era algo anhelado. ¿Por qué Dios querría hacer algo así?
Los judíos, por otro lado, no compartían el punto de vista, sobre el cuerpo que tenían los griegos y los romanos. Ellos, veían el mundo material, como parte de la buena creación de Dios, y algunos judíos (no todos), creían que al final de los tiempos, habría una resurrección general para los justos. Pero, ninguno de ellos, judíos, griegos, ni romanos, creían que Dios, levantaría a un individuo de los muertos. Además, los judíos, serían los últimos en la Tierra. En la resurrección había fundado mi vida y carrera sobre esa verdad.
Y, por supuesto, tenía la vida, la muerte y la resurrección de Jesús de manera constante en mi mente. Pero lo que me sorprendió, fue la forma, en la que esta orquesta de evidencias, llevó mi fe unos cuantos pasos más adelante. Antes yo creía; pero ahora, todavía más, yo creí.
Hoy en día, se nos enseña a pensar en la Fe, como algo que se relaciona a la inversa de la lógica y la evidencia; es decir, al obtener más hechos y certezas, tu necesidad de Fe se disminuye. Pero, eso, no es lo que los cristianos quieren decir cuando hablan de la Fe.
La Fe, no es esperar lo que no es verdad; es estar seguros de lo que no se ve. Entonces, una evidencia convincente, una evidencia, que involucra la razón, es uno de los mayores incentivos de la Fe cristiana.
En este pasaje, existe otra evidencia significativa, que demuestra que estos relatos de la resurrección, no son invención humana. ¿Quién fue el primer testigo?
Juan, el escritor del Evangelio, nos dice, que el primer testigo de la resurrección de Jesucristo, fue María Magdalena, una mujer. Y, todos los eruditos de la Biblia y la historia, te dirán, que, en aquellos tiempos, las mujeres no podían testificar en los tribunales judíos, ni romanos. En estas culturas patriarcales, el testimonio de una mujer, era considerado poco fiable, y, por tanto, inadmisible como evidencia.
Esto, quiere decir, que, si intentabas fabricar un relato sobre la resurrección para promover tu religión o movimiento, nunca harías que una mujer fuera el primer testigo. Sin embargo, en los relatos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan; los primeros testigos de la resurrección, son mujeres. La única respuesta creíble de por qué las mujeres aparecen en este relato, la única razón, para que los hombres, que escribieron estos relatos, incluyeran a mujeres, aun, cuando su testimonio, era considerado poco fiable, es debido, a que en verdad debió haber sucedido. María, debió haber estado allí. Ella, debió haber visto a Jesucristo primero.
No existe otro motivo o razón, para que el autor dijera, que María fue la primera en verlo.
La Fe, tiene un componente racional importante. Observa, cómo el pasaje dice: «Tras él, llegó Simón Pedro, y entró en el sepulcro. Vio allí las vendas y el sudario, que había cubierto la cabeza de Jesús, aunque, el sudario no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte». La palabra, “vio”, es la palabra griega, “blepo”, que quiere decir, no sólo ver, sino, pensar, meditar y procesar. Simón Pedro, entra, y probablemente, pensó: «Si Jesús hubiera resucitado y se hubiera levantado, las vendas estarían rotas o desenredadas”.
Pero, “si algunos amigos, se hubieran llevado el cuerpo; ¿por qué habrían deshonrado el cuerpo, llevándoselo desnudo? Lo habrían dejado con las ropas, con las que fue sepultado. Pero, si los enemigos, se lo hubieran llevado; ¿por qué razón le habrían quitado las ropas, y las habrían dejado allí ordenadas y dobladas?”. Simón Pedro, está pensando y buscando evidencias, probando todas las hipótesis posibles.
Así que, la Fe, no es sólo racional. No puedes llegar a la Fe real, a través de la razón y nada más. Sin embargo, la Fe, tampoco es menos que racional. No puedes llegar a la Fe verdadera, sin razonar. ¿Por qué? Porque la Fe madura, es un acto de toda la persona. Tu intelecto, debe estar tan comprometido, como tu voluntad y tus emociones.
Vivimos en tiempos donde a las personas les gusta decir: «No existe una verdad objetiva. Si quieres creer en el cristianismo, si quieres creer en cualquier Fe, si es relevante para ti, si te satisface; entonces, no te preocupes en si realmente sucedió o no. Si es relevante para ti, puedes creer en ello»
Pero, las convicciones pueden estar equivocadas, aun si son apasionadas. Hay personas, que han creído sincera y apasionadamente, que su raza era superior a todas las otras razas, y que lo mejor que podían hacer era dominar el mundo.
Sin embargo, eso no hacía que estuvieran en lo correcto. ¿Por qué? Porque en el fondo de nuestro ser, sabemos que sí existe tal cosa como la verdad. Sabemos, que, algunas cosas están mal, aun cuando las personas piensan que son correctas, y algunas cosas son correctas, aun cuando las personas piensan que son equivocadas.
El verdadero cristianismo, nunca dice: «Cree, porque es relevante» o «Cree, porque te atrae». El cristianismo, no te soltará tan fácilmente, sino que, te dirá: “No creas en el cristianismo porque es emocionante, práctico y relevante; cree, porque es verdad. Porque, si no es verdad, al final, no será practico ni relevante». Únicamente, puedes enfrentar el sufrimiento y las preguntas que este traiga; si crees que, el cristianismo, no sólo es relevante y emocionante (¡y lo es!), sino también, es verdadero.
Así que, tener Fe en Cristo, es algo imposible y a la vez racional.
Hay una cosa más que debemos aprender aquí. La Fe, viene por gracia y de gracia. En todos los sentidos, la Fe, está repleta de gracia.
Permíteme explicar esto. Los discípulos, regresaron a su casa, pero María, se quedó afuera, llorando junto al sepulcro . Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados, donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies.
¿Por qué lloras, mujer? Le preguntaron los ángeles.
Es que se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto. Les respondió. Apenas dijo esto, volvió la mirada y allí vio a Jesús de pie. Aunque, no sabía que era Él. Jesús le dijo:
¿Por qué lloras, mujer? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que se trataba del que cuidaba el huerto, le dijo:
Señor, si usted se lo ha llevado, dígame dónde lo ha puesto, y yo iré por Él.
María. Le dijo Jesús.
Ella se volvió y exclamó:
¡Raboni! (que en arameo significa: maestro).
Suéltame, porque todavía no he vuelto al Padre. Ve más bien a mis hermanos y diles; “Vuelvo a Mi Padre, que es Padre de ustedes; a Mi Dios, que es Dios de ustedes»
María Magdalena fue a darles la noticia a los discípulos.
¡He visto al Señor! Exclamaba, y les contaba lo que Él le había dicho (Juan 20:1-18)
Aquí, podemos ver el punto principal del Nuevo Testamento, en forma narrativa. De entrada, podemos ver la notable ternura de esta interacción. Existen varios lugares en el Antiguo Testamento, donde Dios confronta a Su pueblo, respecto a serios errores u obstinaciones, haciéndolo, no con declaraciones intimidantes, sino, con preguntas gentiles, para probarlos.
En el Jardín del Edén, Dios le pregunta a los desobedientes, Adán y Eva, “¿Dónde estás!” y “¿Cómo llegaste a sentir vergüenza?”. Al rebelde profeta Jonás, Dios le pregunta: “¿Haces bien en estar enojado?”.
Los consejeros, saben que no es suficiente con decirles a las personas cómo deben vivir. Hacer preguntas ayuda a la persona a reconocer sus errores, a descubrir y abrazar la verdad en su corazón. Las preguntas de Jesús, son similares. “Por qué lloras?” Es realmente, una suave reprimenda para María, un llamado a despertar. “A quién buscas?” Es una invitación más penetrante.
Como el comentarista D. A. Carson, escribe sobre este versículo, “a ampliar sus horizontes y a reconocer que, por más grande que fuera su devoción hacia Él, su estimación por Él, aún era demasiado pequeña” El Observa, sin embargo, que María, malinterpreta las preguntas de Jesús.
Ella piensa, que tal vez, este hombre era la persona que cuidaba la tumba, y que él podría saber adónde se habían llevado el cuerpo de Jesús. Así que, Jesús, intenta de nuevo llegar a su corazón, y lo hace con una sencilla palabra. En este Evangelio, unos pasajes antes, Jesús dijo que Él, era el Buen Pastor, quien, “llama por nombre a las ovejas”, y “las ovejas lo siguen porque reconocen Su voz” (Juan I0:3-4).
Esto es, lo que Jesús hace aquí, cuando simplemente dice: “María”. La verdadera Fe, siempre es personal. Si, únicamente, crees que Jesús murió para perdonar en general a las personas por sus pecados, pero no crees que Jesús murió por ti; todavía, no te has afianzado a Jesús, por Fe. No lo has escuchado llamarte por nombre.
La gracia de Jesús es palpable. María, corre frenéticamente, buscando al Jesús equivocado. Un Jesús, que está muerto. Un Jesus, infinitamente más pequeño, de lo que en verdad es. Así que, ella, jamás lo hubiera podido encontrar, a menos, que Él la buscara a ella.
Jesús viene a ella, obra con ternura para abrir su corazón, y después le habla personalmente. La Fe de María, viene por gracia, no por sus propios esfuerzos.
Pero, aprendemos algo más aquí sobre la relación entre la gracia y la Fe. En el momento, en el que María se da cuenta, de que Jesús está vivo, Jesús, la envía con este mensaje:
“Ve más bien a mis hermanos y diles…”
Y, en cierto sentido, ella, llega a ser la primera cristiana. ¿Por qué? Bueno, ¿qué es un cristiano? Un cristiano, cree, que Jesús murió y resucitó de los muertos. Un cristiano, ha tenido un encuentro con el Cristo resucitado. Y, en este momento, María, es la única persona en el mundo, que ha tenido este encuentro.
Ahora bien. ¿Es esto un accidente? No lo creo. Jesús, fácilmente, pudo haber hecho que alguien más fuera el primer mensajero. Pero, la escogió a ella. Y esto, quiere decir que, Jesucristo escogió específicamente a una mujer, no a un hombre; escogió a una marginada, no a un pilar de la comunidad.
Escogió, a uno del equipo de soporte, no a uno de los líderes, para ser la primera cristiana. ¿Podría ser más claro que esto? Jesús, está diciendo: “No importa quién eres o que hayas hecho. Mi salvación, no se basa en linaje, no se basa en logros morales, talento, nivel de esfuerzo, o antecedentes. He venido a llamar, a aquellos que son fuertes, y a aquellos que son débiles. No soy, principalmente tu maestro, sino tu Salvador. Estoy aquí, para salvarte, no por tus obras, sino, por Mi obra”
Y al minuto, en el que comprendes eso, al minuto, en el que te ves a ti mismo, en el lugar de María Magdalena, algo cambia en ti para siempre. Cuando eso suceda, estarás siguiendo los pasos de la primera cristiana.
Como podrás ver, el texto no sólo nos dice, que la gracia es la causa de nuestra Fe, sino, que también, es el contenido de ella.
Si crees, que Jesús, fue un gran maestro, y crees que puede ayudarte y puede contestar tus oraciones; si vives de acuerdo a Sus instrucciones éticas; todavía no has llegado a ser cristiano. Esto es una creencia general, pero no es una Fe salvadora.
La Fe cristiana real, cree, que Jesús nos salva, a través de Su muerte y resurrección, para que podamos ser aceptados, sólo por gracia. Esto, es el evangelio: Las buenas nuevas, de que somos salvos, por la obra de Cristo a través de la gracia.
Martín Lutero, habla sobre su propia experiencia de conversión.
Lutero, era un monje, estudiante y maestro de las Escrituras, y, no obstante, así es como describe su conversión:
En (el evangelio) la justicia de Dios, es revelada (Romanos 1:17) Yo odiaba la frase “justicia de Dios” Aunque vivía como monje, sin reproche alguno, sentía que era un pecador delante de Dios, con una conciencia extremadamente trastornada. Allí, comencé a entender, que la justicia de Dios, es aquello por lo que el justo vive, mediante el regalo de Dios, es decir, mediante la Fe…El minuto, en el que comprendí esto, sentí, que había vuelto a nacer, y había entrado por las puertas abiertas hacia el paraíso.
Así es, como Lutero, llegó a entender la salvación. La salvación, no es un registro de mis obras, el cual, le presento a Dios para que me salve, sino, un registro de lo que Dios me da a mí, y, por el cual, soy aceptado y salvado. Lutero dice: El minuto en el que comprendí.