Crónica Bíblica, ¿Por qué Vivimos Descontentos?

Por Timothy Keller

La infinidad de nuestro descontento

Sin embargo, el máximo desorden de los afectos y la fuente principal de nuestro descontento. es no amar la primera cosa primero, no amar a Dios supremamente.

En su libro de Confesiones, San Agustín oraba a Dios;

«Porque hay gozo que no se da a los que no creen, sino, a los que generosamente te aman, cuyo gozo eres tú mismo. Y la felicidad no es otra cosa que regocijarse en ti y por ti y para ti.Pero los que piensan que es otra, otro es también el gozo que persiguen, aunque no el verdadero. Sin embargo, su voluntad no se aparta de cierta imagen de gozo».

Agustín, resumía aquí la visión bíblica de la humanidad. Los seres humanos son hechos a la imagen de un Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Desde la eternidad, esas tres personas,se han amado mutuamente, en grados infinitos de gozo y gloria. Fuimos creados, para conocer este gozo, al amar y glorificar a Dios por excelencia. Si reconocemos a Dios o no, puesto que fuimos creados para eso, siempre buscaremos el gozo infinito para el que fuimos diseñados a encontrar en la comunión con lo Divino.

Recurrimos a cosas en el mundo, para que ellas, nos den ese gozo, pero «nuestro pecado invirtiendo el orden, fija nuestro amor en la criatura, en lugar de en ti, el Creador». La razón, por la que aun los mejores bienes terrenales posibles no nos satisfacen, es que,fuimos creados para un grado de deleite y realización, que ellos no pueden producir.

Como Agustín, invoca a Dios al principio de las Confesiones: «Tú mismo le estimulas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» Fuimos hechos por Dios, por lo tanto, nada puede darnos el gozo infinito que Dios si puede darnos.

Todas las cosas son preciosas, porque todas son hermosas, pero ¿qué es más hermoso que Él? Fuertes son, pero ¿qué es más fuerte que Él?

 Si buscas algo mejor, pecarás contra Él y te dañarás a ti mismo, prefiriendo lo que hizo, antes que, a Él, cuando voluntariamente, se daría a sí mismo, a ti, te perjudicas a ti mismo,cuando amas algo más que a Dios.

¿Cómo pasa esto? Si amas a tus hijos, más que Dios, esencialmente dependerás de ellos para tu necesidad de relevancia y seguridad.

Dependerás demasiado de ellos, para tener éxito, ser feliz y sentirte amado. Eso, los alejará o los aplastará, ante el peso de tus expectativas, porque, ellos serán la fuente principal de tu felicidad, y ningún ser humano, puede estar a la altura de eso. Si, por otro lado, amas a tu cónyuge o pareja sentimental, más que a Dios, ocurre lo mismo. Si amas tu trabajo y tu carrera profesional, más que a Dios, necesariamente, los amarás más que a tu familia, tu comunidad y tu propia salud, y entonces,eso te llevará a un colapso físico y relacional, y, en muchas ocasiones, como ya lo vimos, a la injusticia social.

Si amas algo más que a Dios, estropeas al objeto de tu amor, te perjudicas a ti mismo, arruinas al mundo que te rodea, y terminas profundamente insatisfecho y descontento.

La expresión moderna más conocida de la visión de San Agustín, fue el cierre del programa de radio de Lewis:

Las criaturas, no nacen con deseos, a menos que, exista la satisfacción por esos deseos. 

Un bebé siente hambre: Bien, existe algo llamado comida.

Un patito quiere nadar: Bien, existe algo llamado agua.

Los hombres sienten deseo sexual: Bien, existe algo llamado sexo.

Si encuentro en mí, un deseo, que ninguna experiencia en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable, es que, fui hecho para otro mundo.

El análisis agustiniano, le hace justicia a nuestra experiencia. Como quedó demostrado; la explicación evolutiva, no explica nuestro descontento constante. La idea, de que «la mayoría de las personas son básicamente felices», lo trivializa, pero no lo es.

Algunos, por así decirlo, han buscado llenar el vacío interno, con dinero y un poder casi sin control, para satisfacer sus impulsos y apetitos. Sin embargo, el testimonio de todas las épocas, es que, incluso los bienes de esta magnitud, no pueden llenar el vacío. Eso, es evidencia poderosa, que la caverna en nuestra alma, es sin duda,infinitamente profunda.

La curación de nuestro descontento.

Este es, entonces, el dilema que enfrentamos. Nuestro sorprendente y profundo descontento, nos lleva a cerrar nuestro corazón a cosas con gran intensidad. Los antiguos, sabiamente enseñaron, que la única manera de evitar el descontento, es abstenernos de este «amor como apego», es decir, apegarnos tan poderosa y exclusivamente a un objeto o a una persona, que no podemos imaginar la vida sin él o ella.

No sólo este apego, lleva a la envidia, el resentimiento y la ansiedad, e incluso a la violencia, para defender nuestra posesión, sino, que también, nos hace frágiles y vulnerables, a los cambios inevitables y trastornos de la vida.

Sin embargo, hemos considerado, los peligros de encontrar contentamiento a través del desapego. Eso, no sólo da lugar al egoísmo y al endurecimiento, sino, también debilita nuestras relaciones afectivas, y con ello, socava la fuente más grande de gozo que conocemos. No sólo necesitamos recibir amor, sino, también darlo.

Agustín, se abrió paso en este atolladero. Él, criticó de manera radical, al amor como apego, y presenta su propia experiencia,antes de ser cristiano. Su fuente de contentamiento, había sido un amigo, a quien amaba intensa, pero, que de pronto murió. Después,se daría cuenta, que había dado «campo a un mortal como si no fuera mortal», sucede, porque nuestra alma «se queda atascada y pegada a estas cosas transitorias», las cuales, «desgarran el alma con pestilentes deseos y tormento».

Porque, «el alma ama el descanso» en ellas. Pero, «en estas cosas,no hay descanso, pues no permanecen. Sin embargo, después de que, Agustín confirmó lo mortífero del amor, como apego, se voltea para indicar, que tal amor, es bueno, correcto y esencial, cuando se le da a Dios.

Aunque, el apego idólatra a bienes terrenales, lleva a la pena y el dolor innecesarios. La solución, no era amar las cosas de la vida menos, sino, amar a Dios más.

El problema, no es que ames a tu familia o a tu trabajo demasiado, sino, que ames a Dios muy poco, en relación con ellos.

El apego intenso y el desapego, matan. Agustín, decía, que no debías endurecer tu corazón en cuanto al amor, pero, no debías, en última instancia, dar tu corazón a las cosas que puedes perder, y que, no pueden satisfacer.

En cambio, debes infundir en tu corazón,un sentido del amor de Dios e inclinarlo para amarlo a Él. Esto será transformador.

Considera esto: Si vives una larga vida, te destrozará enterrar, una por una, a las personas que son más importantes para ti. Si tu mayor fuente de contentamiento y amor es tu familia, eso será intolerable. Pero, si aprendes a amar a Dios, aún más que a ellos; tu mayor fuente de consuelo, esperanza, gozo y estima, no disminuirá por causa del dolor. Sin duda, la tristeza te llevará a beber más profundo de esta fuente. No te encontrarás vacío y no endurecerás siempre tu corazón, para lidiar con tus pérdidas.

El amor de Dios, nunca te será arrebatado, y en Su amor, afirma la Biblia, tú vives para siempre, con tus seres amados.

Por supuesto, ni siquiera el más sólido de los creyentes, ama absolutamente a Dios, ni nadie, se acerca a ello. Sin embargo, en la medida en que lo amas más, las cosas comienzan a ordenarse. En vez de mirar las cosas del mundo, como la fuente más profunda de tu contentamiento, puedes gozarlas por lo que son. Por ejemplo; el dinero y la carrera profesional, se convierten, sólo, en lo que se supone que son. El trabajo, es sólo trabajo. Una gran manera de usar tus dones y ser útil a otros. El dinero, es sólo dinero, una gran manera de apoyar a tu familia. Sin embargo, estas cosas, no son tu fuente de seguridad y contentamiento. Él lo es.

Hay otra poderosa dimensión para este reordenamiento de tus afectos. Paul Bloom, en su libro, “How Pleasure Works” (Cómo funciona el placer); sostiene, que lo más importante para el placer,no es el simple impacto en nuestros sentidos, sino, lo que significa en relación con otras personas, que son importantes para nosotros. Si pensamos, que una pintura, es un original de un artista admirado, al descubrir que no es, lo que pensábamos, nos causará menos placer.

Una silla, puede ser cómoda, pero si es la silla favorita de la sala de nuestra madre, eso nos dará aún más placer. Para usar lenguaje teológico: «disfrutamos más las cosas, cuando las experimentamos como un sacramento, como portadores de la presencia de otro».

Algunos, han señalado, que la religión drena el gozo de la vida cotidiana al devaluarla; por consideración a intereses espirituales «más elevados». Esto, no es cierto, al menos, no es el caso con el cristianismo, la fe que conozco, con mucho, la mejor.

El cristianismo, enseña que somos salvos por la gracia gratuita y el perdón de Dios. A diferencia, de algunas formas de religión, el cristianismo, no afirma que merecemos la bendición por privarnos y darle la espalda al mundo, para ganar el cielo.

Tan pronto conocemos, a través de la fe, la obra de Cristo a favor nuestro, para reconciliarnos con Dios, y que ahora, el Creador no es sólo nuestro soberano, sino, nuestro padre, comenzamos a tener, una experiencia «más sacramental» del mundo. Vemos todo, como un don gratuito del Padre y un anticipo de la gloria, y la bondad que vienen en nuestra herencia eternal. En pocas palabras, como Miroslar, lo dice: «El apego a Dios, amplifica y profundiza el gozo del mundo», no lo hace menguar.

Entonces, este es el mensaje: No ames nada menos, sino, aprende a amar más a Dios, y amarás otras cosas con mucha más satisfacción.

No las sobreprotegerás o esperarás cosas de ellas. No estarás,constantemente furioso con ellas, por no ser lo que esperabas. No reprimas el amor apasionado por algo, más bien, reorienta tu mayor amor hacia Dios, al amarlo con todo tu corazón, y amarlo por quien es Él; no sólo, por lo que puede darte.

Entonces, y sólo entonces, vendrá el contentamiento.

Esa. es la visión cristiana de la satisfacción. Evita los inconvenientes de la estrategia antigua de la tranquilidad, a través del desapego y la estrategia moderna de la felicidad, a través de la adquisición.

Esto, explica y resuelve el dilema de nuestro aparente irremediable descontento. Cómo amar a Dios. Puede ser que, al leer esto, pienses, que el análisis y la solución de San Agustín, tienen sentido. La magnitud de nuestro descontento, apunta hacia algo más allá de este mundo.

Nos hacemos daño, si tratamos de satisfacer nuestros más profundos anhelos en el amor humano, y,además, nos hacemos daño, si despegamos demasiado nuestros corazones del amor. La solución de Agustín, es que, sólo el amor a lo inmutable, puede traer tranquilidad, y sólo un amor infinito,puede satisfacer nuestra hambre por gozo infinito.

Incluso, si todo tiene sentido para nosotros; ¿cómo realmente saber qué amar? No puedes simplemente, decirte a ti mismo: «Dios me ama» y esperar que cambie tu corazón. Ni puedes, simplemente decir: «De ahora en adelante amaré a Dios». El amor, no puede generarse sólo por un acto de la voluntad.

Los niños, aprenden a hablar sólo al responder a la palabra, y aprenden a amar, sólo al corresponder el amor. Por lo tanto, no podemos amar a Dios, sólo al pensar en una Deidad abstracta, que es amorosa. Debemos asir y ser asidos, por la verdadera historia del sacrificio real de Dios, el amor salvífico por nosotros, en Jesucristo.

En el Evangelio de Juan, Jesús hablaba a una multitud, sobre «el pan de vida», que quien coma de él, «no pasará hambre» (Juan 6:35). Él, estaba hablando metafóricamente, sobre algo que davigor y deleite, una imagen de realización y satisfacción.

Además, observaba que los seres humanos, buscan esto en los lugares equivocados. Y, advertía contra el «trabajo (o trabajar) por la comida, que es perecedera», que al final, no satisface (Juan 6,27).

Sin embargo, no dijo: «Yo soy el que dispensa el pan de vida». Más bien, declaró, «Yo soy el pan de vida» (Juan 6:35), y, «este pan es mi cuerpo, entregado (partido) por ustedes». (Luc. 22:19, énfasis añadido), y, «este pan es mi cuerpo, que por ustedes entrego…» (1 Cor. 11:24).

El corazón de la fe cristiana, es, el simple mensaje del evangelio del pecado y la gracia. Debido, a que no amamos a Dios y a nuestro prójimo, pecamos; y para que Dios, perdone nuestro pecado, el Hijo de Dios, se hizo mortal, y por Su gracia murió en nuestro lugar, en la cruz. Esta, es una idea ofensiva para muchos, pero por el momento, piensa en las dos maneras en que este mensaje, puede propiciar la relación de amor con Dios, lo cual, resuelve el dilema humano. Primero, el conocimiento de nuestro pecado, ablanda nuestros corazones.

Por Ejemplo si fueras a criar a un niño, y a trabajar sin descanso, para enviarlo a la universidad, y el niño te enviara, sólo ocasionalmente, una tarjeta de navidad, y nunca te dedicara, ni un minuto de su tiempo, eso estaría mal. Está mal, porque el niño te debe, no sólo consideración, sino amor.

Ahora, si hay un Dios que nos creó y nos mantiene vivos cada minuto, entonces, el amor que le debemos a Dios, sería infinitamente mayor. No amarlo a Él de manera suprema, sería sin precedente, algo peor. Si crees eso, empiezas a ver, cuánto le hemos ofendido. Esto, empieza a acercar tu corazón hacia Él, con humildad y dolor.

Segundo, el conocimiento de su gracia, inflama nuestros corazones. Si quieres perdonar a alguien, que injustamente te ha costado muchísimo dinero, y no puede pagarte, debes absorber y pagar la deuda tú mismo. Si Dios iba a perdonarnos, tenia Él mismo, que pagar la deuda, que nosotros le debíamos.

Y Jesucristo, la pagó al ir a la cruz. Ten presente, que fuera de la sal y un par de minerales, todo lo que comemos ha muerto para que podamos vivir. Si comemos pan, no sólo el grano murió, sino, el pan ha sido partido en pedazos.

Si el pan, quedara entero, pasarías hambre y colapsarías. Si el pan,es partido en pedazos y lo comes, entonces, tú vives. Cuando Jesucristo declaró: «Yo soy el pan de vida; entregado (partido) por ustedes.» Juan 6:35Luc. 22:19, (énfasis añadido)

Estaba afirmando: «Yo soy Dios, que me he hecho frágil, destruible, vulnerable. Muero para que puedas vivir. Yo, soy partido, para que tú puedas estar completo»

Solo si lo ves haciendo todo esto por ti, entonces, eso comienza a cambiar tu corazón. Él sufrió y murió por ti. Ahora podemos amarlo con alegría, por quien es Él y por lo que ha hecho. No puedes obligar a tu corazón a amar.

Una clase de Dios, que es indefinido, un Dios de amor. Un Dios abstracto, nunca cambiará tu corazón. Esto, es lo que lo cambiará, lo apartará de sus apegos desordenados a otras cosas, y lo alejará de la comida que perece.

Entonces, algún día, serás capaz de expresar: Porque,

«Tu amor es mejor que la vida. Mi alma, quedará satisfecha, como de un suculento banquete, y con labios jubilososte alabará mi boca» (Sal: 63:3-5). Esto, es ese «algo», o al menos,es un anticipo (1Jn. 3:1-3).

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2 comentarios sobre “Crónica Bíblica, ¿Por qué Vivimos Descontentos?

  1. Cien por ciento de acuerdo con el autor , justo estoy trabajando el desapego con el amor agape de Dios de soltarlo y justo eso experimente lo que dice la biblia el corazón apache ble es la vida y la envidia es la carcoma de los huesos . Es sanado dejar ir , y si la idolatría causa mucho estress, cómo lo que Dios habla es lo mismo en diferentes tiempos pero la misma ama esencia . Gracias y Amén . Lo reconozco bo y creo en mi vida .

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