Un obstáculo que experimenta el ministerio de Tito y la comunidad que Dios se propuso congregar en la iglesia es la comparación pecaminosa.
Algunos culpan a las redes sociales por esto; otros a las revistas. Sin importar a quién deseamos culpar, es real y es horrible. Lo que ella tiene es mejor. ¿Por qué no puedo tener eso? Desearía solamente…
Ya sabes a qué me refiero, a ese deseo agobiante por lo que otra persona tiene. Su raíz es la codicia. Esta se transforma en temor a otras mujeres que pueden parecer mejores, más importantes o más equilibradas. O, peor aún, este temor puede llevarnos a la calumnia, el chisme o el desdén por ellas. Tenemos que desechar la codicia y vestirnos de gozo, amor y contentamiento.
Una de mis amigas, Elyse Fitzpatrick, escribió un libro titulado Mujeres aconsejando a mujeres. Ella es probablemente la mujer más sincera que he conocido. Es natural, real y graciosa. Y, para ser franca, este capítulo nada tiene que ver con ella en realidad. Sin embargo, el título de su libro simplemente me hizo pensar acerca del problema que, con frecuencia, observo en nuestras iglesias y grupos de mujeres. Me parece que las mujeres no se ayudan mutuamente. Y, de hecho, parece que nos estamos volviendo más hábiles para odiarnos. Sé que esto suena fuerte, pero cuando miro en la Internet eso es lo que encuentro.
Lo que percibo es que somos duras con las otras mujeres. Existe un fenómeno al que se le denominó «las guerras entre madres». Todavía discutimos acerca de cómo alimentar y criar a nuestros hijos. ¿Debemos usar alimentos orgánicos, integrales o enlatados? ¿Damos a luz en el hospital o lo hacemos en casa? ¡Hay quienes afirman que ni siquiera eres una verdadera mujer si no has experimentado un parto natural! Ni qué decir acerca de la escuela en casa comparada con la escuela pública. Es posible perder amistades por tomar esa decisión de manera «equivocada».
La moda es hablar acerca de las maneras en las que los hombres nos han oprimido como mujeres, y aun así yo me pregunto: ¿Son los hombres el verdadero problema? No en este caso.
Los hombres no son quienes lideran esta guerra. Aun si nunca has participado plenamente en ella, tal vez sabes a qué me refiero. He aquí otros ejemplos: las mujeres que trabajan son acusadas de ser feministas independientes; las mujeres que se quedan en el hogar, de desperdiciar sus capacidades; y las mujeres que hacen ambas cosas, de desatender a sus hijos.
Se debate si las mujeres deberían amamantar, si las jovencitas deberían ir a la universidad, si las jóvenes deberían pensar únicamente en el matrimonio, etcétera y etcétera.
¿Hay mujeres entusiasmadas por servir al Señor que son criticadas por sus hermanas? Es agotador. Por supuesto, sabemos que, con frecuencia, nosotras somos quienes lastiman a otras, ¿no es así?
Lo sabemos, ¿acaso no es así? Hace poco hablaba con algunas de mis amigas acerca de ideas para blogs. Una de ellas dijo: «Quiero empezar un blog que se titula Soy una mamá perdedora». Todas nos reímos y empezamos a hablar acerca de lo diferente que es nuestra vida real en comparación con nuestra vida en Facebook. Bromeamos acerca de levantarnos más tarde de lo deseado, de publicar fotos en Instagram con nuestras habitaciones desordenadas, de alimentar a nuestros hijos con cereales azucarados para el desayuno y de la solución fácil y demasiado frecuente de ponerlos a ver películas.
¿Alguna vez te has sentido como una madre perdedora? Si es así, estás en buena compañía. Todas nos sentimos a veces como perdedoras. Saber esto nos permitirá no caer en la autocompasión y, en cambio, identificarnos con otras mujeres como nosotras.
Cuando nos damos cuenta de que todas experimentamos lo mismo, podemos amarnos las unas a las otras en vez de competir o envidiarnos. Así es. Ninguna tiene todo perfectamente organizado y ejecutado. Estas son buenas noticias, amigas. Ahora bien, definitivamente hay algunos días en los que me levanto a las 5 de la mañana y logro cumplir con muchas tareas que me propongo, los niños son obedientes, puedo leer mi Biblia y hacer ejercicio.
Sin embargo, debido a que la vida es tan ajetreada, los niños son impredecibles, la enfermedad nos visita, los autos se descomponen, las hormonas se alteran y las agendas chocan; a veces mi vida parece un tornado que arrasa con todo y mi casa es un reflejo de ello.
No quiero decir que no exista paz y gracia en medio del caos, sino sencillamente que la vida no siempre se ve tan perfecta como la describimos (o como desearíamos que fuera). No tenemos que ceder a las presiones de convertirnos en portadas de revista.
Ya sabes, tener casas estilizadas a la perfección mesas servidas con todo lujo y cenas suculentas. La perfección de las revistas es una ilusión. Cada publicación emplea a talentosos artistas cuya única misión consiste en manipular las imágenes a fin de presentar algo que no es completamente real. He participado en anuncios publicitarios y no es real. Solo para dar un tiempo, la comida (aunque se ve espléndida) no es real.
E incluso cuando es real, se han hecho múltiples «tomas» para dar la mejor apariencia posible. Photoshop puede hacer ver cualquier cosa fenomenal. No hay nada malo en la búsqueda de Debemos todo aquello que es esmerado, organizado y pulido. El Señor alaba al trabajador diligente. Proverbios 18:9 advierte que «el que es negligente en su trabajo es hermano del hombre disipador». Cuando me despierto por la mañana no estoy pensando: Quiero que hoy sea un caos. La vida simplemente a veces funciona de esa forma. Debemos proponernos glorificar al Señor en todo lo que no nos impone la presión de ser perfectas.
La buena noticia es que no eres una perdedora. Estas hecha a imagen de Dios (Génesis 1:26), eres una obra formidable y maravillosa (Salmos 139:14) y el Señor se goza sobre ti (Sofonías3:17). El no te mira y se debate entre aceptarte o no según lo que tú prácticas.
Él mira a su Hijo. ¿No te parece esto absolutamente liberador?¿No te parece mucho mejor meditar en estas verdades acerca del deleite del Señor en ti, en lugar de los avisos publicitarios, la última revista o proyecto de diseño en Pinterest o lo que ves que tu hermana hace o no hace en las redes sociales? La próxima vez. que vea mi sala desordenada que sí, me propuse ordenar, pero tuve que atender las necesidades inmediatas de mis hijos, pensaré en el Dios que se goza sobre mí.
Y al buscarlo a El y su reino, El me dará todo lo que necesito (Mateo 6:33) Ahora bien, cabe decir que, en efecto, algunas mujeres realmente parecieran ser capaces de manejar una gran cantidad de responsabilidades y al mismo tiempo vivir gozosas. Tristemente, he visto a estas mujeres catalogadas como «esposas Stepford». El término hace referencia a una mujer dócil que cocina, limpia, organiza su casa, obedece a su esposo y se viste bien. Pareciera tenerlo todo.
Sin embargo, carece de personalidad. Lamentablemente, esta caricatura se usa para describir a cualquier mujer que pareciera tenerlo todo. Denigramos a la mujer que cocina una excelente cena o habla con amabilidad acerca de sus hijos. Pensamos que solo se trata de una máscara que se pone. En nuestro temor a ser juzgadas como perezosas o a recibir la reprobación divina, recurrimos a la estrategia de burlarnos de otras mujeres para sentirnos mejor con nosotras mismas.
Aun así, ¿nos hemos detenido a considerar que algunas mujeres han sido dotadas especialmente por Dios para ser amas de casa agradecidas y alegres o profesionales con carrera o con capacidades diferentes a las nuestras? Todas tenemos el mismo Espíritu, pero diferentes dones.
Pablo nos enseña acerca de estos diversos dones en 1 Corintios 12. Es importante que recordemos esto cuando entramos en la casa limpia y ordenada de una amiga o disfrutamos su deliciosa comida y espíritu alegre, o cuando vemos sus publicaciones en las redes sociales con su cabello perfectamente peinado y niños
sonrientes vestidos con prendas que coordinan. Dios nos creó a todas a su imagen, pero cada mujer es única. El nos dotó de manera especial para el provecho de los demás. A pesar de todo, somos tentadas a juzgar (Mateo 7:1-5), de modo que damos por hecho que estas mujeres deben ser hipócritas o nos ponemos celosas y nos comparamos (no tenemos y codiciamos; Exodo20:17).
Si esa es tu tentación, debes saber que no eres la única. De hecho, la palabra de Dios dice que la Tentación es común a todos los seres humanos (1 Corintios 10:13).
Pero no tienes que ceder a esa tentación. ¿Qué sucede si en lugar de eso te regocijas? Cuando ves a mujeres que sobresalen en áreas que tú no dominas, puedes usarlo como una oportunidad para agradecer a Dios su diseño creativo.
Todo buen don Es difícil gozarse cuando estás librando tu propia batalla personal. Lo sé muy bien. Aun así, si Dios nos llama a «gozarnos con los que se gozan» (Romanos 12:15), El nos dará la gracia para hacerlo. En esos momentos difíciles, cuando nos comparamos y juzgamos -quizás a causa del temor-, debemos correr rápidamente al trono de la gracia para recibir gracia para el oportuno socorro (Hebreos 4:16).
También podemos huir de la tentación. Podemos evitar las redes sociales (¡tú puedes!), pero no siempre podemos eludir a nuestras amigas alegres. En otras palabras, necesitamos pedir a Dios su ayuda para que cambie nuestro corazón. Es preciso que miremos la viga que tenemos en nuestro propio ojo en lugar de enfocarnos en la paja en el ojo de nuestra hermana en la fe. Yo creo que podemos, por el poder del Espíritu Santo, gozarnos con los que se gozan.
Podemos alegrarnos por otras y ver la buena obra de Dios. En última instancia, tú y yo debemos fijar nuestros ojos en Jesús. Él es el único remedio contra la tentación. Cuando estas mirando a tu amiga y piensas: ¿Por qué no puedo hacer lo que ella hace? ¿Por qué no tengo su capacidad? puedes dar gracias a Dios porque Él nunca te pidió tener la capacidad que ella tiene.
Él es la fuente. Él es el dador de toda buena dádiva. Puede que Dios no te haya dotado de la misma forma que tu vecina, o la mujer en línea que decora finos pasteles cada noche o la mamá que tiene niños pequeños y una casa limpia (¡lo sé!, parece una contradicción).
Recuerda la fuente de sus dones y de los tuyos. Esto te llevará a gozarte, no en el don sino en el Dador del don. Dios nos ha hecho verdaderamente iguales a todas en valor y en dignidad, con diferentes dones.
Y, al igual que sucede con nuestra salvación, nadie puede jactarse (1 Corintios 1:26-31), porque todo buen don procede de Dios. Combate el temor dando animo a otros Por lo general, evito hablar de un problema evidente sin considerar algunas soluciones. Doy gracias a Dios porque El nos anima a despojarnos del pecado y a huir de la tentación, y no nos deja libradas a nuestra suerte para encontrar la forma de lograrlo (Colosenses3:1-17). Eso para mi es alentador.
Sin las bondadosas palabras de ánimo de mis amigas, mi iglesia, mis pastores, mi esposo y colegas de trabajo, creo que ya me Dios nos ha hecho habría dado por vencida. El ánimo tiene un efecto energizante y edificante para la fe.
Y no me refiero a una palabra casual de una amiga («te ves bien»).
Me refiero al ánimo específico, directo y detallado que es significativo lleno de gracia.
El ánimo destaca las maneras en que Dios se mueve en las vidas de otros. Por consiguiente, el ánimo guía a otros a Dios. Ya hemos hablado acerca del temor al hombre. Uno de sus síntomas es la adulación. Podemos decir a las personas lo que nos parece que quieren oír con la esperanza de obtener algún beneficio de ellas.
Eso no es dar ánimo. El ánimo no se centra en nuestros intereses y tampoco en las capacidades de la persona que lo recibe. Antes bien, se centra en el Señor y en la gracia de Dios que ves en su vida.
Como en todo, Cristo es nuestro ejemplo supremo de aliento. El es nuestro ejemplo para amar a quienes caminan de una manera diferente a la nuestra. El es nuestro ejemplo para soportamos p unos a los otros.
Pablo escribe:
Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno denosotros agrademos a su prójimo en lo que es bueno, para edificación. Porque ni aun Cristo se agradó a sí mismo; antes bien, como está escrito: Los vituperios de los que te vituperaban, cayeron sobre mí. Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza. Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios yPadre de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios (Romanos 15:1-7).
Me gusta mucho la manera en que una versión en inglés amplia el versículo 7: «Así pues, tanto los fuertes como los débiles son exhortados a aceptarse mutuamente porque han sido acepta dos por Cristo aun cuando son pecadores. Esa aceptación mutua redundará en gran gloria para Dios».
Los «débiles» a los que se refiere Pablo son quienes sentían la necesidad de «guardar la ley» (ver Romanos 14).
En nuestro caso, como mujeres modernas, creo que esto puede incluir a cualquier persona que piensa diferente a nosotras. Hay mucho más que puede y que debería decirse acerca de estos versículos; en realidad, nada más he mirado la superficie. No quiero apartarme del punto principal, a saber, que el temor a otras mujeres puede llevar a la envidia, a compararnos con otras y fallar en animarlas.