Crónicas Bíblicas: Eva, sus expectativas. Fin.

Por John MacArthur

La maldición de Dios sobre la serpiente fue la más grave de todas. En el más literal y obvio de los sentidos, la maldición parece estar dirigida al reptil propiamente como tal Pero recuerde que este reptil fue en cierto modo habitado o controlado por Satanás.

El verdadero significado de la maldición, por lo tanto, va en realidad más allá de la serpiente y sus especies.

Su mensaje principal es una sentencia implacable de condenación contra Satanás mismo. De todas maneras, la maldición tiene importantes implicaciones para la serpiente literal y sus especies.

No deje de advertir que el Señor implícitamente la declara maldita entre «todas las bestias y entre todos los animales del campo» (Génesis 3.14). Por supuesto, Dios no declaró a todo el reino animal culpable por el pecado de Adán. (La Escritura nunca presenta a los animales como seres moralmente sensibles, y ésta no es la excepción. Incluso en el caso de la serpiente, la culpa moral recae en el espíritu satánico que usó la forma del reptil, y no en la bestia misma.)

Pero Dios maldijo incluso a los animales por el pecado de Adán. En otras palabras, la maldición sobre ellos fue parte del juicio de Dios contra Adán. Recuerde que la maldición tuvo ramificaciones negativas para todo el medio ambiente.

El mal es contagioso, y, por lo tanto, cuando Adán pecó, todo su entorno fue contaminado. Lo extenso de la maldición refleja esa verdad. Por eso en el versículo 17, el Señor maldijo incluso a la tierra.

Obviamente, el reino animal estaría igualmente sujeto a los muchos y demoledores efectos de la rebelión de Adán. De ahora en adelante cada bestia del campo lucharía por sobrevivir en un mundo decadente y moribundo. También estarían sujetos a las enfermedades, la destrucción, el desastre, la muerte y demás privaciones provenientes de la presencia del mal. Por lo tanto, los animales también fueron formalmente incluidos en la maldición de Dios.

Fueron consignados a sufrir las miserias del mal que el pecado de Adán trajo a su medio ambiente. Todo esto fue parte del juicio a Adán, un recordatorio constante del desagrado de Dios por su pecado. Pero la serpiente sería maldita por sobre todas las especies, reducida a arrastrarse en el polvo sobre su vientre. Esto parece sugerir que las serpientes originalmente tenían extremidades. No se nos ha dado una descripción física de antes de la maldición, pero bien pudo haber sido una criatura magnífica y sofisticada. De ahora en adelante, sin embargo, todas las serpientes serían degradadas a la suciedad, condenadas a retorcerse en el suelo y, por lo tanto, incapaces de evitar comer los desperdicios.

Cualquiera haya sido la gloria de esta criatura antes de la caída, a partir de ahora tomaría una forma repulsiva. Es más, la serpiente llevaría para siempre el estigma del desprecio humano. Esto sería evidente en el rechazo casi universal que se tiene hacia las serpientes. Ninguna otra criatura despierta tanto temor y aversión, Pero una vez más, el significado pleno de este pasaje mira realmente más allá del reptil y se dirige al espíritu satánico que lo controló.

La degradación de la serpiente al polvo solo refleja e ilustra la degradación propia de Satanás desde el cielo. «¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra»(Isaías 14.12).

La aversión de la humanidad se aplica igualmente a Satanás. Aunque nuestra raza está caída y espiritualmente alineada con Satanás contra Dios (Juan 8.44), el diablo mismo es un oprobio y un infortunio entre los descendientes de Eva.

A la gente, como una norma, Satanás les resulta repulsivo y una imagen perversa. Pero eso no es todo lo que esto significa. Las importantes implicaciones espirituales de la maldición contra la serpiente son aún más profundas que eso.

Y creo que en cierta medida Eva comprendía esto. A Génesis 3.15 se lo nombra a menudo como el proto evangelio (lo que quiere decir, literalmente, «el primer evangelio»). Aquí está el primer atisbo de buenas noticias para la humanidad caída, ¡y llega de las palabras iniciales de la maldición de Dios!

Él le dice al espíritu maligno que mora en la serpiente:.. pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.

Aunque enmarcada como una maldición contra el tentador, esa parte fue un brillante rayo de luz para Eva. Aquí había una promesa explícita que su Simiente golpearía la cabeza del mal. Es posible que ella no comprendiera todo lo que significaba la promesa divina implícita en esas palabras, pero difícilmente habrá dejado de cobrar ánimo con lo que había oí Antes que nada, la sola mención de «su Simiente» indicaba que tendría hijos y la oportunidad de criar una familia. Por lo menos, ahora sabía que sería instantánea y abruptamente destruida por su pecado.

No sería consignada a una condenación definitiva junto con la serpiente. En vez de eso (y Eva seguramente comprendió que esto se debía únicamente a la gracia y misericordia de Dios), todavía tendría la oportunidad de ser la madre de la raza humana. Además, Dios se aseguraría que la enemistad entre los descendientes de Eva y esa criatura malvada se mantuviera para siempre.

Todo esto eran claramente buenas noticias desde la perspectiva de Eva. Aún mejor, sin embargo, fue la promesa que su simiente golpearía la cabeza de la serpiente. Ésta fue una garantía que su raza no estaría desesperadamente subordinada a la dominación del mal para siempre.

De hecho, sea que Eva haya captado o no esto, la maldición contra la serpiente insinuó una solución definitiva para su pecado, dándole razón para esperar que un día, uno de sus descendientes infligiría un golpe mortal a la cabeza del tentador y que destruiría finalmente al diabólico ser y a toda su influencia y, en

efecto, cambiaría toda la perversidad que Eva había contribuido a desencadenar.

No lo dude porque esto es, precisamente, lo que tales palabras significan. La maldición a la serpiente. Su propia descendencia destruiría al destructor. Este sentido de Génesis 3.15 refleja la verdadera intención divina, lo que se hace completamente claro en el resto de la Escritura. (Indudablemente, es la trama principal que el resto de la Escritura relata.) Por ejemplo, hay un eco de este mismo lenguaje en Romanos 16.20: «Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies» Hebreos 2.14 dice que Cristo (quien, por supuesto, es el eterno «Dios de paz») asumió forma humana, literalmente llegó a ser uno de los descendientes de Eva, para «destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo». Primera Juan 3.8 dice: «Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo». Así Cristo, quien fue «nacido de mujer» (Gálatas 4.4) -la descendencia de una virgen y Dios en forma humana– literalmente cumplió esta promesa que la Simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. ¿Cuánto de esto habrá comprendido verdaderamente Eva? La Biblia no lo dice pero parece claro que ella se aferró a la esperanza que finalmente uno de sus propios descendientes heriría a su enemigo mortal. Si pedimos prestadas palabras a un contexto ligeramente diferente, ella pareció intuir que su especie, por la gracia de Dios, «se salvaría

engendrando hijos» (1 Timoteo 2.15). Podemos estar seguros que su profunda enemistad hacia el tentador fue invariable a lo largo de su vida, mientras anhelaba el día en que uno de sus hijos le aplastaría la cabeza. Evidencia de esa esperanza se ve en su gran alegría cuando es madre por primera vez. Génesis 4.1 describe el nacimiento de Caín, el hijo mayor de Eva. Dijo: «Por voluntad del Señor he adquirido varón». La expresión hebrea se podría traducir literalmente como, «He adquirido un hombre; Jehová». Algunos comentaristas han sugerido que quizás ella pensaba que Caín era Dios encarnado, el Redentor prometido. La Escritura nos da pocas razones para pensar que su esperanza mesiánica estaba tan desarrollada. Por cierto, si supuso que Caín era la Simiente, muy pronto se desilusionó. Caín destrozó el corazón de su madre en lugar de la

cabeza de la serpiente, dando muerte a Abel, su hermano menor. Lo que haya sido que dedujo Eva de la expresión de Génesis 4.1, no obstante, fue una

expresión clara de la esperanza y el regocijo por la gracia, la compasión, la generosidad y el perdón de Dios para con ella. Hay un tono de exaltación en la expresión «Por voluntad del Señor he adquirido varón».

Está claro también que su esperanza estuvo personificada en sus propios hijos. Ella los vio como pruebas de la bondad de Dios y como recuerdo de la promesa que su simiente sería el instrumento mediante el cual se consumaría la destrucción final del engañador.

En efecto, cuando nació Set después que Caín había roto su corazón al matar a Abel Escritura dice: «Y llamó su nombre Set: Porque Dios (dijo ella) me ha sustituido otro hijo en lugar de Abel, a quien mató Caín» (Génesis 4.25).

La referencia «a la simiente de sustitución» sugiere que en su corazón guardaba la promesa encerrada en la maldición, y que atesoraba la esperanza inmortal que un día su propia Simiente cumpliría esa promesa.

¿Fueron salvos Adán y Eva? Creo que lo fueron. La gracia de Dios para con ellos se ejemplifica en la manera en que «hizo túnicas de piel, y los vistió» (Génesis 3.21).

Para que Dios hiciera eso, algunos animales tuvieron que morir. Por lo tanto, el primer sacrificio de sangre fue hecho por la mano de Dios en beneficio de ellos. Además, oculta en la declaración de Dios de que la Simiente de la mujer vencería a la serpiente, había una promesa implícita de que su pecado y todas las consecuencias de esto un día serían vencidos y erradicados.

Sabemos desde la perspectiva del Nuevo Testamento que esta promesa involucraba el envío del propio Hijo de Dios para reparar el daño causado por el pecado de Adán. Hasta donde la entendieron, ellos creyeron en esa promesa.

La Escritura señala que Set dio origen a una línea de personas piadosas: «Y a Set también le nació un hijo, y llamó su nombre Enós. Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehova» (Génesis 4.26).

¿De dónde vendría este conocimiento del Señor? Obviamente, vino de Adán y Eva, quienes tenían más conocimientos directos y de primera mano de Dios que nadie desde la caída. Esta línea piadosa (que perdura en la fe de millones aún hoy) fue su gran legado.

Felizmente para Eva, al final esto será infinitamente más perdurable que su herencia de pecado. Después de todo, el cielo estará lleno de sus descendientes redimidos, ocupados eternamente con una celebración de la obra de su Simiente.

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